El nuevo centro comercial

Bogotá me parece una ciudad muy chistosa. La gente tiene unas actitudes muy feas, pero la ciudad en general está llena de absurdos que terminan dándome risa.

El fin de semana pasado inauguraron un enorme centro comercial cerca de mi casa. Mi mamá y yo salimos a conocerlo, pero cuando llegamos, nos encontramos un enjambre de visitantes que hacía que faltara el aire en los pasillos. No alcanzamos a recorrer mucho porque era muy grande, el gentío era insoportable y la mala ventilación nos tenía con mareo. Sin embargo, eso no evitó que compráramos un par de cosas. Supongo que nos faltó ojo para las promociones, si apenas nos llevamos un tablero magnético, unas medias pantalón, una sudadera y unos esferos. Ah, y algo de comer en un chuzo turco supervisado por un señor que se veía muy turco.

Al fin decidimos que era hora de volver a casa. Ya había oscurecido y de todas formas no habíamos logrado ver casi nada. Pero entonces encontramos algo extraño: en la puerta estaba la policía y había un montón de gente agolpada en la plazoleta de entrada. Superando inexplicablemente mi usual miedo a hablar, le pregunté a un agente qué estaba pasando. Me contó que el centro comercial había colapsado por la cantidad de visitantes y ahora la gente tenía prohibida la entrada. Como era de esperarse, la gente no podía irse a su casa y esperar otro día para entrar al edificio que seguramente seguiría ahí la próxima semana, sino que tenía que ponerse histérica y parquearse ahí a protestar.

Avanzamos hacia el andén y nos dimos cuenta de que estábamos rodeadas de desdichados compradores tratando de sostener sus televisores empacados mientras esperaban un taxi en vano. Nunca había visto tanta gente cargando televisores en un sitio que no fuera San Andresito. Alguien tenía una caja de huevos y otros víveres en el piso casi que a modo de barricada personal. El tráfico vehicular también había colapsado. Afortunadamente lo nuestro no era mucho, así que entramos a la estación de Transmilenio que, curiosamente, funcionaba a las mil maravillas. Cogimos un bus hacia el oriente y luego otro más vacío hacia el occidente. “Los de los televisores tendrán una historia que contar”, le dije a mi mamá. “Sí, a medianoche”, respondió ella.

10 Responses to “El nuevo centro comercial”


  • El país progresa (agaviria style)

  • Si te refieres, como imagino que lo haces, a la Apertura (porque creo que la Inauguración vendrá después) de Titan Plaza te cuento que vivo cerca y que fui uno de quienes salió el jueves con un televisor caminando para la casa (Vivo en el Minuto de Dios)… sí caminando porque no habían taxis y el Trasmilenio pasaban llenísimos…

    Saludos!!

    • jajajaja, ¡no puedo creerlo!

      Pero entonces permíteme hacerte una pregunta: ¿había promoción de televisores? Si es así, ¿en qué tienda?

      Afortunadamente vives en el Minuto de Dios y no más lejos. ¡Feliz compra!

  • ¿Titán Plaza? Otra característica muy nuestra es ponerle nombres curiosos a todo.

  • Había, en efecto, promoción de televisores en Ktronix (20% de descuento)… Me asombró, ya que estoy entrado en anécdotas, la inauguración que hizo Falabella dos semanas atrás porque las mujeres arrasaron con la tienda… tanto así que los escaparates yacían en el suelo, todos los estantes de ropa de mujer desocupados y había, incluso, algunos maniquís desmembrados por algunas compradoras compulsivas…

  • A principios del siglo XXI, el Museo Nacional de Colombia tuvo una serie de exposiciones de cierta relevancia internacional. Las últimas semanas de las exposiciones eran visitadas por miles de personas, algunas incluso hacían fila por varias horas antes de poder entrar al museo. Se volvió costumbre ir al museo el último día de la exposición e insistir en que se entraría aún después de la hora de cierre. En el último día de cierta exposición, cuando las puertas del museo se cerraron, las personas que aún estaban haciendo fila, que eran algunas cien, se abalanzaron enfurecidas a la reja del museo y empezaron a gritar cantando: “queremos cultura, hi-jue-putas, queremos cultura, hi-jue-putas”. No tengo una anécdota más contradictoria.

    • In-cre-íble. No recuerdo a quién le leí esta historia pero no podía dejarla quieta aquí en esta página.

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