Ramas de plástico anudadas en forma de roscón

Fue cuando vi aquella corona navideña colgando sobre el menú del restaurante de la universidad que una sensación sin precedente me invadió: estaba dándome cuenta de la existencia de las festividades de fin de año. Me quedé mirándola con extrañeza, haciendo cuentas para comprobar que no era agosto, ni siquiera octubre. Su presencia no tenía sentido, así como tampoco lo hubiera tenido de ser vista un 23 de diciembre. Fue como si el hecho de estar en Japón hubiera abolido la idea misma de la Navidad.

Es difícil establecer hasta qué punto mi mente se ha reducido a un manojo de caracteres ininteligibles, sin espacio para el color de las dalias del jardín, los objetos sobre mi mesa de noche o el contenido de una conversación antigua. El calendario es ahora un bloque de números cuya única influencia parece ser la desaparición del follaje en los árboles.

Me pregunto si retornar brevemente a Colombia me devolvería las sensaciones olvidadas, los recuerdos caídos que mis interlocutores me remiendan pacientemente en la solapa. No quisiera tener que redescubrirlo todo, como si la casa y la ciudad nunca hubieran existido para esta nueva cabeza que inclusive asegura no haber ido nunca a teatro con quien la escoltara por las calles desdibujadas en el frío después de cada función.

[ Angel — Jimi Hendrix ]

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