Pornstar

Así que quieres ser una cantante. Crees que lo tienes todo: inteligencia, carisma, talento. Sí, dicen que tienes buena voz. Te desenvuelves bien delante del público. Sin embargo, te falta algo… Déjame verte:

Primero que todo, déjame decirte que jamás te has depilado las cejas. Quelle horreur! No me interesa que te hayan dicho alguna vez que son lindas, o que son herencia árabe. Ninguna cantante que se respete tiene eso. ¿Y esa nariz? ¿Acaso has visto mujeres exitosas con esa narizota? Opératela. Aquí necesitamos gente grácil, no rara. ¿Y el cuerpo? Veámoslo. Ewwww!!! ¿Realmente necesitas que te diga todo lo que tienes que cambiar? A ti te deberían decir como a las sílabas que no llevan el acento en las palabras. Átona. No hay nada de tono en esos flojos músculos. ¡Al gimnasio! Hasta que no veamos tu sixpack no estamos contentos. ¿Cómo que qué tiene eso que ver con cantar? ¡Pues todo! Nadie quiere oír a una cantante con barriga. Tienes las piernas feas, los brazos feos, el vientre feo, el busto feo, los glúteos feos, la espalda fea. Eres horrible. Aún cuando tu voz es fantástica, no eres más que un gusanito chillando por ahí. Sin el cuerpo (hey, la voz no importa, ¿quién te mintió toda la vida?), no vales nada. Y no sólo para sobresalir en la música. Para todo en esta vida, mujer, debes inspirar sexo. Sin eso, no tienes estrella. El mundo esconde la palabra porn tras star… y no hablo necesariamente de Pop.

Estoy escuchando: Clair de Lune, de Claude Debussy

Me siento: Sonriente

Going Berserk

Cuando yo era pequeña mi papá grabó una película del canal 11 (por ese tiempo llamado Cadena Tres en vez de Señal Colombia) llamada Tron. En ella, un hacker llamado Kevin Flynn era llevado al interior del software de una computadora como venganza del PCM (Programa de Control Maestro), un programa bastante malo que, como su nombre lo indica, controlaba toda una red en una empresa que se llamaba Encom. Allí debía jugar juegos de video (desde adentro, o sea, como quien dice, juegas Mario siendo tú Mario) para recuperarlos, ya que su autoría le había sido robada por el presidente de la compañía. Bueno, no les cuento más porque se torna complejo. Lo mejor es ver la película. La repetiría una y otra y otra y otra vez, pero está en Beta. Hm, ahora que lo pienso, no es problema. Tengo un Betamax. Quiero verla de nuevo.

Creo que estoy hablando de Tron para ocultar lo extraña que me siento. No voy a contar detalladamente lo que sucedió, pero sí lo que acontece dentro de mí. Después de haber meditado un rato supe que mi mal genio no me había llevado a ninguna parte, y tampoco mi constante actitud dubitativa. Lo único que logré con todo fue perder (¿temporalmente? ¿persecula seculorum?) al ser que adoro con el alma. Ya lo dijo Pink en su excelente canción: I’m a hazard to myself! En este momento ya no recuerdo bien la sensación de estar tan furiosa; yo no soy belicosa, realmente, por eso se me hace tan raro pelear tan terriblemente pese a que me ofusco fácilmente. Lo que sé es que mi mejor amiga se va a Suiza durante todo un año y yo lo único que hago es arruinar los planes de despedida. Bueno, aún no sé si he arruinado todo por completo, pero tampoco sé si se me concederá una oportunidad. Estar furioso es un sentimiento horrible, especialmente cuando en el fondo quieres ser toda una sonrisa y darle un abrazo al que le estás dando guerra. Lo puedo asegurar, no soy una persona naturalmente belicosa, y así demuestre lo contrario y sea todo un ogro, lo único que deseo siempre es la paz. Shrek no es tan terrible como el pueblo cree; Shrek también tiene sentimientos dulces… ¿No me creen?

Estoy escuchando: Don’t Let Me Get Me, de Pink

Me siento: Mal/Algo tranquila al recordar a Tron

Helado de fresa y chocolate en Hard Rock Cafe: El cumpleaños número dieciocho

Se siente raro despertar y saber de repente que uno es mayor de edad. Recuerdo la canción que decía “tengo diecisiete años de enfermedad, sí, sí, sí, sí; cuando tenga dieciocho se me curará“. Era bastante chistosa… ¿Se me habrá curado la enfermedad a mí? Lo que sé es que desde este momento puedo ir a la cárcel, beber alcohol, conducir el carro por carretera, ir a discotecas, casarme, votar, y adoptar niños. Es un cambio gracioso porque aún no tengo planes de hacer nada de eso.

Ahora que tengo dieciocho años, les contaré cómo celebré el día de hoy. Salí con Chad a Hard Rock Cafe, me atiborré de un Jumbo Combo con él, vimos con gran agrado videos como Staying Alive de Bee Gees y Ray of Light de Madonna, y cuando ya íbamos a irnos llegaron los meseros, me cantaron el Happy Birthday y me dieron una copa de delicioso helado de chocolate, fresa, chantilly, pepitas de chocolate y una cereza en la cima. Fue fantástico. Nunca creí que el helado de Hard Rock llegara a ser tan exquisito…

Visité a mis abuelos maternos para terminar el día, hecho que me gustó bastante porque tuve la oportunidad de hablar largo y tendido con mi abuelita. Lo único feo fue que estuvo lloviznando todo el rato y alcanzó a llover duro camino a Hard Rock, lo cual hizo que llegáramos al establecimiento corriendo con el pelo goteando y las cejas llenas de agua. Fue divertido, en todo caso. ¿Qué sigue ahora? No lo sé, tengo demasiadas reflexiones por hacer en este trozo de vida que ante mis ojos pasa. Mejor no pienso en nada por el momento y sigo disfrutando la sonrisa que mis labios por fin decidieron poseer.

Estoy escuchando: Dream a Little Dream of Me, de The Mamas and the Papas

Me siento: Somnolienta/Cansada/Muy feliz

Amok: Diventare Pazzo!

Hace mucho tiempo, mi vida era simple. Es más, lo era hasta hace muy poco. No había demasiadas cosas en qué pensar. El colegio, la casa, el desorden del cuarto, la cama destendida. Me tendía a dormir pensando en cualquier muñequito, hacía las tareas obedientemente y sin chistar, despertaba con la mente despejada. Qué vida tan fácil.

Alguna vez empecé a dormirme pensando en un hombrecito que vivía muy lejos, me hablaba de cosas bonitas y sueños dorados. No era mayor cambio; sólo debía preocuparme por saber si escribía o no. “¿Qué más de tu amiguito de Internet?”, me preguntaban a veces. La vida, con su trivial preocupación, seguía su fácil curso.

Después vinieron algunos retitos para superar: los proyectos de grado. Cálculo, física, inglés, español, filosofía, catequesis, ética, todo embutido en tres lindos proyectitos. Me devané los sesos haciendo lo mejor que podía, y mi esfuerzo se vio recompensado con creces: mis últimas notas del colegio fueron Excelentes. Me preocupé, me tomé mi tiempo, pero no me maté la cordura. Nada cambiaba. Llenaba la aplicación para la Universidad de los Andes por Internet, viajaba en Transmilenio, recibía mis resultados del examen del Icfes en el auditorio del colegio, comía en Paneroli y me sentaba a oír pajaritos en el Parque del Virrey. La vida no podía fluir más suavemente. Qué feliz era yo.

Como recompensa a tantos años de labor incansable en ríos de seda, el colegio me otorgó la oportunidad de perder la cabeza y sufrir un ataque cardíaco en cuestión de días. La bendición aquella se llama Loras College. Al principio me mostré reticente a recibir la beca, yo no quería viajar a los Estados Unidos, no, no, no y no, pero terminé convenciéndome no sé exactamente cómo, tal vez con el hecho de que me alquilan un computador con Internet para toooodo el santo rato. Eso es rico. Y sin pensar en lo que hay que hacer para conseguir el dulce, la idea es bastante atractiva. Sin embargo, ahora que estoy en pleno papeleo, quisiera deshacerme de todo este sufrimiento, tener una vida normal como la de todos los demás, recibir la cartilla de todos los neófitos de la Universidad de los Andes y sentarme de nuevo en el Parque del Virrey a escuchar pajaritos y el viento en los árboles. Sin embargo, no, no, no; todo es tensión. ¿Dónde está la foto? ¿Dónde están los quince mil formularios? ¿Dónde está el examen de la tuberculina? ¿Al fin cuándo te vas? ¿Te vas a quedar en los Estados Unidos? ¿Verdad que sí? ¿Y qué vas a estudiar allá? ¿Y estás muy feliz?

¿Que si estoy feliz? ¿Quién rayos les dijo que uno se pone feliz de abandonar la plácida vida común y corriente de esta pobre nación para estancarse todo un año en un país que no es de uno? ¿Quién demonios les dijo que abandonar Colombia es un alivio? Tengo a medio mundo encima preguntándome que al fin cuándo me voy. ¿Quieren verme afuera o qué? ¿Tanto me odian, tanto sobro yo en Colombia? Pues me queda como mes y medio en este fragante país de flores para luego irme a atiborrar de horrorosas donas grasosas, Fruitopia plástica de colores chillones y, como dijeron los Navegantes de Krakelon, “papas que en realidad no son papas sino sobras de sobras de sobras de otras papas procesadas debidamente para verse, oler y saber como papas y hasta mejor”.

No sé qué vaya a ser de mí después de un año. No sé si regrese. No sé si en Loras me vayan a pedir que me quede un año más. No sé si termine adorando los Estados Unidos de América después de mi estadía allá, porque todo el mundo adora ese país. No me importa. Lo único que sé es que una parte de mí está agonizando a cada instante, y que cada vez que quiero destrozar al mundo por alguna razón en especial (lo cual sucede cada vez más seguido), en realidad estoy llorando a mares porque me duele demasiado arrancar estas raíces tan tibias y arraigadas de mi materita.

Estoy escuchando: Emotion, de Destiny’s Child

Me siento: Tensa/Insomne