Discombobulated

La palabra discombobulated me persiguió durante todo mi trayecto en el avión de Miami a Chicago. Aún no tenía una idea clara de lo que quería decir, pero todo me parecía que estaba descrito por ese término. Ahora que encontré el significado (“confuse or disconcert“), estoy completamente segura de que es ésa la palabra justa para nombrar mi estado de ánimo en estos últimos días. Variable, ignorante de los cambios que dentro de mí se llevan a cabo, angustiada ante el vacío de un mundo tan nuevo. Sigo con la resolución de hacer crecer mi caparazón, y lo estoy logrando mediante el propósito de divertirme lo que más pueda. Acepto cada invitación y la gozo al máximo… a mi manera. Mato la depresión con siestas, y procuro que todo brille a mi alrededor. No es fácil, a veces vuelvo a caer en el remolino de la discombobulation, pero braceo con todas mis fuerzas para salir a flote, y al parecer lo estoy logrando. A veces tengo ideas horribles, demonios que intentan hechizarme y zombificarme, pero ahora he descubierto que tengo una espada para acabar con ellos. Puedo hacer que la impresionante luna roja no sea un símbolo de horror sino de grandeza, que la soledad y la compañía adquieran nuevos encantos que sin caparazón no lograba sentir. Si puedo dominarme a mí misma y fortalecerme, puedo hallarme entre tantos pensamientos perdidos que me sumergen en la discombobulation.

Todo se trata de encontrar el orden en medio del caos, supongo yo… y de ocultar la fragilidad del ser aislado tras la gran caparazón de una constante sonrisa.

Estoy escuchando: Something to Sleep To, de Michelle Branch (sí, de nuevo)

Me siento: Llena de ideas por aclarar acerca de mí misma/Optimista

N’est-ce pas?

Mauricio Sampietro me enseñó en su clase de Filosofía que el ser humano pasa por cinco estados cuando recibe un impacto emocional.

1. Negación: la persona niega que el evento tuvo lugar.

2. Culpa: se buscan culpables para el hecho trágico.

3. Regateo: la persona trata de justificar, de negociar lo que realmente pasó.

4. Depresión: se cae en una depresión profunda por el suceso.

5. Superación: la persona supera el hecho y sigue adelante.

No sé si mi llegada a Iowa se pueda calificar como uno de esos impactos realmente graves porque no reconozco ninguno de los estados en mí. Bueno, tal vez el de la depresión, porque no me sentí muy bien a mi arribo. Tal vez yo esperaba algo distinto, un minimundo de gente pensante, un pueblito realmente pequeño donde se pudiera caminar para conocer; el paraíso de los genios, como se lo venden a uno cuando aún no está acá. Sin embargo, aquí nadie es genial salvo los profesores.

Me dio duro pensar que aquí yo prácticamente no soy nadie y debo labrarme mi camino hacia lo que fui en Colombia. Tal vez en Los Andes sea exactamente igual, pero la diferencia es que acá no hay papás, abuelos, tíos, hermana, primos, etc, que digan “Laurita tú eres fantástica”, y la sensación de que todo lo que en mí brilla acaba de ser cubierto por una espesa capa de polvo me lleva a meditar muy profundamente… Claro que los pensamientos/sentimientos vienen de maneras poco convencionales. A veces vienen en forma de llanto, a veces en forma de rabia, a veces en forma de dibujos o letras, o de conversaciones. No me entiendo muy bien, todos estos sentimientos que vienen tan de repente son extraños. Hago cosas que no solía, descubro lo débil que soy, y sé que debo hacer crecer mi caparazón muy pronto o me derretiré. Voy a seguir escribiendo después… Por ahora no tengo inspiración, y un cúmulo de pensamientos me acosa. Debo saber quién soy para convertirme en algo que yo realmente quiera ser después.

Estoy escuchando: Something to Sleep To, de Michelle Branch

Me siento: Profundamente meditabunda

L’Autre Côté du Miroir

Los seres humanos somos como espejos, con una cara en la que la gente se quiere reflejar y otra que muy pocos conocen, y que cuando lo hacen, preferirían que sólo existiera la parte bonita. ¿De cuántos espejos conocen ustedes el lado esmaltado de color morado o café? Muy pocos, ¿verdad? El lado que todos quieren ver es cristalino y en él se reconocen cosas mágicas. En el de atrás no se ve ni uno mismo (¿quién quiere verse reflejado en los ojos de la ira?). En medio de las dos capas se encuentra la esencia del espejo, la plata, lo que hace que el espejo sea más que un simple vidrio. Nuestra alma, esa fina capa plateada, necesita del vidrio cristalino y el opaco esmalte para hallarse protegida y entre los tres componer el espejo que somos. Además, si uno de los dos lados externos hubiere de ser dañado por fuerzas externas, preferimos que ése fuere el desagradable morado, que al fin y al cabo es el que recubre la plata para protegerla. Contadas veces llegamos a vernos obligados a mostrar lo horrible que hay en nosotros, con la esperanza de que ese lado no sea tocado simplemente por lo desagradable que es verlo. No obstante, ese lado también es débil.

No importa lo horribles o fascinantes que nos mostremos a la gente, nada evita que tarde o temprano seamos brutalmente rayados. Sin embargo, a veces no es tan grave… A veces un ser especial se arriesga a rascar delicadamente el esmalte morado/café sin estropear la plata. Al vernos agredidos de esa manera nos vemos amenazados —¡alguien nos conoce en todas nuestras facetas! —, y podemos inclusive intentar destruir ese otro espejo, pero después de todo el esfuerzo y dolor avistará la hermosa capa plateada en el fondo; es algo que nadie más verá, ni siquiera si tenemos el coraje de mostrar nuestra capa de esmalte. Esas personas que verdaderamente nos conocen saben perfectamente de qué estamos hechos, y que por más horripilantes que nos mostremos, siempre tendremos la misma esencia maravillosa que intuyeron al empezar a raspar.

Estoy escuchando: Walking After You, de Foo Fighters

Me siento: Sonriente/Optimista

Reflexiones de Alekos Panagulis camino a Egina

Esta mañana, mientras comía mi acostumbrado huevo frito, me puse a pensar si estos serían mis últimos huevos fritos en mucho tiempo. Es decir, cuando fui a Chicago, a los 14 años, los huevos sabían horriblemente. Ah, y el agua olía a huevo cocinado en cualquier pueblo de Minnesota. Ahora que me encaminaré a Dubuque, Iowa, no me preocupa tanto lo del olor del agua (aunque es incómodo para alguien que se ha bañado en agua inolora durante 18 años seguidos). Pero bueno, el asunto, no tiene que ver con el agua, sino más con los huevos. Déjenme explicarles por qué.

Cuando se acerca el día de la partida, el condenado empieza a pensar en sus últimas actividades. Su última comida, su último cigarrillo, su última conversación. Partir es como morir un poco. Es estar en un lugar donde los demás no están; supongo que los muertos extrañan un poco a los vivos que querían al estar tan lejos. La diferencia es que, al menos en mi caso, resuscitaré.

Me pregunto si Alexandros Panagulis, el revolucionario griego, pensó en las últimas cosas que hacía antes de ser fusilado en Egina. Lo cierto es que a mí nadie me va a fusilar y reflexiono en torno de mi último huevo frito casero. No, no es realmente el último, y volveré para consumir más después de mi viaje, pero se van acercando los últimos acontecimientos de antes de esta pequeña muerte. Justo ahora estoy muy segura de que se muere porque al volver, al resuscitar, uno ciertamente ya no es el mismo. La última comida con Lina Franco, quien se va a Suiza (ese viaje está peligrosamente cerca, qué vacío en el estómago), el último almuerzo con Chad, un último rico huevo frito, la última tarde que yo salga a la calle sin chaqueta. Tantos detalles, tantos detalles…

¿Quién dice que la vida es aburrida?

Estoy escuchando: You Get Me, de Michelle Branch

Me siento: Viva