Hace un par de horas, mi primo Adrian me preguntó si me gustaba Mario Benedetti. Respondí que en alguna ocasión tuve un libro de él en mano y no me gustó, pero a decir verdad, yo no estaba segura de mis palabras. Tal vez, esa vez que tuve el libro (que recuerdo muy bien, estaba leyendo Valeria Salamanca) ni siquiera le puse atención. Así que me di a la tarea de leer poesía de Benedetti.
Entre lo que leí, había poemas bonitos, como Currículum, y muy bonitos, como El Otro Yo. Al cabo de unas cuantas lecturas rápidas (y la búsqueda infructuosa de un análisis de la poesía de Mario Benedetti) supe qué era lo que tanto me molestaba de él, aún sin haberlo leído concienzudamente: me molestaba que él, junto a Sabines, se ha convertido en el producto literario por excelencia; ése que siempre se tiene a la mano para demostrar determinados sentimientos. Si se quiere hablar del sexo “macho” con un trisito de amor guardado se usa a Jaime Sabines, para hablar del amor con alitas rosadas disfrazado de sentimiento diferente a todos los demás se usa a Mario Benedetti. ¿A qué mujer no le han dedicado un poema de Benedetti en sus años cursis? Bueno, que yo recuerde a mí nunca me han dedicado un poema en la vida, pero sé que Táctica y estrategia figura en el repertorio romántico de siempre, sin falta, el facilista.
James Pollock solía decir en su clase de Poetry Writing que el uso repetitivo de una expresión le quita vida y la vuelve cliché. La única esperanza para los clichés es revivirlos, darles un uso innovador. Benedetti y Sabines se están convirtiendo en viejos clichés de la literatura latinoamericana. Si realmente queremos rendirles homenaje por el genio que se supone que cada uno alberga dentro de sí, no debemos usar sus novedades como se pasa por radio una nueva canción de pop o se usa una prenda de moda, tantas veces y para objetivos tan banales que al cabo de un rato no queda más remedio que recordarlos como algo que marcó toda una época… pero que ya no se usa.