森のくまさん (Mori no Kuma-San)
El cielo les dio un ultimátum a los árboles, y ya que no efectuaron el otoñal cambio de color en sus hojas bajo el plazo previamente dado, debieron deshacerse de ellas tan pronto como les fuera posible así siguieran verdes. El resultado es una mañana de zafiro translúcido que respira una incesante lluvia de hojas de todos los colores. El día en sí parece sonreír, y uno se siente tentado a pensar que afuera el sol acaricia las mejillas de los caminantes, pero la realidad es que el frío corta la piel y solidifica la otrora tibia sangre. Sin embargo, todo es felicidad para este día surrealista con su chubasco de hojas. Quiero salir a correr por entre los sólidos y mullidos charcos de esmeralda, ámbar, coral y rubí, recibir en la cara las corrientes del ártico que quieren adelantar el invierno, gritarle a todo el mundo “お早う!” (ohayou! ¡buenos días!) con una gran sonrisa, olvidar que esto es Iowa y pensar que aquí es aquí sin importar dónde.
Supongo que, en medio de su eterno sufrimiento, el diablo también les da recreo a los condenados y se divierte viéndolos jugar un rato.
Estoy escuchando: It’s Still Rock and Roll to Me, de Billy Joel
Me siento: Casi en el cielo