Nos conocimos por Internet por coincidencias de la vida y un salón de chat de Yahoo!. Debido a las mismas coincidencias empezamos a escribirnos e-mails asiduamente. Cuando, al empezar a usar ICQ, empezamos a hablar, éramos los típicos outcasts de adolescencia. De pocos amigos, inteligentes, amantes de la buena literatura y la música clásica. Me cautivó el brillo de su mente. Me cautivó su emprendedora personalidad. No estábamos solos: nos teníamos el uno al otro pese a la gran distancia que nos separaba.
El tiempo pasó, y de las charlas sobre política, música y literatura fueron casi totalmente reemplazadas por unas sobre nosotros dos y lo mucho que significaría encontrarnos, vivir el resto de nuestra existencia juntos. Se suponía que éramos el uno para el otro. Todo era hermoso, o mejor dicho, soñar era hermoso.
Crecimos. Cambiamos. El niño de gafas, pelo partido por la mitad y pantalones supremamente anchos y la niña de gafas, brackets y la cara lacerada por el acné se convirtieron en un hombre y una mujer muy distintos. Nuestros intereses ya no eran exactamente los mismos. Creímos que de todos modos nada nos iba a distanciar… Qué equivocados estábamos.
En cuatro años que parecen cuarenta, nuestros rumbos empezaron a diverger en vez de converger. La siguiente vez que nos vimos, hace ya muy poco, los dos teníamos pareja en nuestros lugares de procedencia. Aprendimos a apreciarnos con la amistad que omitimos por soñar con nosotros mismos, por amarnos… o por haber sentido un sucedáneo del amor. Ahora hablamos con nostalgia de los tiempos pasados, de nuestros sueños adolescentes, del futuro que nos depara. Su vida ya es muy distinta de la mía: después de cometer alguna cantidad de errores desea huir de aquello que él consideró su adoración, o tal vez aquello a lo que le mintió, aquella persona. Mientras tanto, algo conmovida con su rabia interior, yo ya no puedo ofrecerle mi corazón; no porque me sienta forzada a jurar lealtad a alguien, sino porque todo lo que mis sentimientos encierran ahora no da espacio para él, sea lo que sea ahora, o sea lo que otrora fue. Mi alma está conectada con otro ser, y aún cuando a veces anhelo encontrármelo y departir como viejos amigos, estoy segura de que la devoción de al menos este momento mi vida le pertenece a otra persona.
Estoy escuchando: Who Do You Think You Are, de Spice Girls
Me siento: Nostálgica