Necesito cambiar mi noción del tiempo. Necesito dejar de congelarme a la hora de hacer algo y simplemente hacerlo. Sé que este es un tema recurrente en este blog, pero qué le hacemos si uno de mis grandes defectos es la procrastinación crónica. Siempre creo que podría hacer las cosas más tarde porque… No sé por qué. Veo el tiempo como un mar bravísimo y helado que toca cruzar en la débil barquita de las labores y me da miedo. O no sé si miedo sea la palabra adecuada, pero es algo parecido al miedo. Aversión a concentrarme sería un mejor término.
Me acabo de acordar de repente de cuando Minori y yo íbamos a Chicago a pasar el día y pasábamos frente a un restaurante llamado “Medieval Times” al que nunca entramos.
¿Ven? No me concentro en una sola cosa. Sacarme de mis meditaciones inútiles y dedicarle cerebro a un agente externo es algo sumamente difícil para mí; me horroriza la idea de interrumpir mi monólogo interno. Sin embargo, como todos los aspectos del ser funcional requieren bajarme de la nube un rato, lo que hago es posponer el dolor lo más posible. Me pongo entonces a pensar en lo que tengo que hacer, le doy vueltas y me imagino que lo hago, incapaz de traducir esa idea a la acción porque me da la inexplicable sensación de que voy a perder tiempo en ello. De esta manera es que termino no contestando e-mails ni dibujando lo que había dicho que iba a dibujar ni ordenando mi cuarto ni haciendo nada de lo que tengo que hacer a tiempo. Si a ello le sumamos el tremendo miedo a mí misma que cargo, olvídense de que algún barco vaya a zarpar desde este puerto.
Escribo esto para tratar de entenderlo a ver si puedo hacer algo al respecto el año que viene. (La elección de palabras es delatora: “el año que viene” implica que planeo abordar el problema pero la idea de empezar ahora mismo me da algo en el estómago.) Debería más bien dejar de distraerme y ponerme a trabajar ya, pero eso requiere un cambio de mentalidad y no es tan fácil. Dejar el miedo, aceptar la concentración como algo bueno, superar la adicción a pensar ociosidades. Necesito aprender a pasar tiempo fuera de mi propia cabeza.
¡Olavia! ¡Lo que te pasa me suena tan pero tan familiar! La solución es tan sencilla, y a la vez tan compleja, como ir a la acción y dentro de las acciones priorizar. Nuestro mayor enemigo es el mañana.
En mi caso, me la paso pensando en lo que no quiero dejar de hacer en pro de lo que tengo que hacer a sabiendas de que si me hubiera concentrado en hacerlo hace unos 6 meses, estaría ya liberada de “eso” que ahora es una gran carga. Y hablando de cargas ¡A la carga Olavia! [Que situación tan inútil y tan desgastante]
Con un amigo hablábamos de la duración del día; Decíamos que aproximadamente uno tenía 16 horas diarias (durmiendo 8 horas); que si uno trabajada clavado unos 10 horas le quedarían 6 para hacer lo que se le diera la gana…
¡A la acción, a la acción!
¿Ya te cortaste el pelo? 🙂
¡No me lo he cortado! Al fin decidí solo despuntármelo porque siempre que me lo dejo corto termino mirando con nostalgia mis fotos con pelo largo.
Por otro lado, tienes toda la razón: nuestro mayor enemigo es el mañana. En el momento en que uno piensa que puede posponer las cosas, ya perdió.
Hola! Realmente no creo que sea un problema poco común. Me pasa a mí y a un par de amigos. Suele confundirse con pereza por parte de los demás, pero hablando con los otros afectados, descubrimos que la cuestión es como un miedito (pendejo, eso sí) a dedicar esfuerzos a algo que al final no parezca valer la pena, como si hubiera un dedo acusador que fuera a decir apuntándole a uno… y eso era todo?? No hay peor dedo acusador que uno mismo, y la culpabilidad de no ver realizada alguna idea, independientemente de su magnitud, es frustrante, así que así sea de a pocos, hay que empezar a pensar menos y a arriesgarse más. Obviamente ese cambio no es fácil de introducir en todos los aspectos de la vida al primer intento, pero con ajustes pequeños (un dibujo semanal terminado como reto, por ejemplo), se va extendiendo. Yo ando en ese proceso. Espero no haber sonado (tanto) como un libro de superación!
¡Acabas de describir mi situación a la perfección! Eso era lo que quería decir, justo eso. 🙂
Este es asunto de la procrastinación es una ‘enfermedad’ recurrente en estos tiempos. A mi también me da a ratos y con algunos temas específicos; ahora cuando me dá, me acuerdo de Ludmila, y que muchas cosas en la vida son como rascarse, sólo comenzar, y pues si con Ludmila llegamos hasta dónde llegamos…
Una cosa que si me ayudado mucho es ya pasando a la acción, el usar la técnica del pomodoro. Deberias darle una probada 😉
La técnica del pomodoro no me sirve porque justamente se trata de lo que mi mente quiere evitar, que es meterme de cabeza todo el tiempo (así sean solo 25 minutos) en una sola cosa que no quiero hacer. Mi problema no es mantenerme concentrada, sino llegar a empezar. De todas formas, gracias por la recomendación. 🙂