Horror subungueal

Cuando estaba en séptimo, Natalia G. metió la mano en el bolsillo delantero de su morral del colegio y se enterró un gancho de pelo bajo la uña. Yo estaba ahí cuando ocurrió. Siempre me pregunté cómo se sentiría eso, no con curiosidad entusiasmada sino con temor de llegar a averiguarlo.

Hoy metí la mano en mi morral de viaje y me enterré una cerda del cepillo de pelo bajo la uña.

He ahí mi respuesta, finalmente.

Adenda para mayor impresión:

En 2008 visité el Museo de la Guerra en Ho Chi Minh, Vietnam. Allí, entre muchas otras cosas tristes y horripilantes, había representaciones de cómo torturaban a los prisioneros. Dos métodos se me quedaron en la memoria para siempre: romperles los tobillos a martillazos y enterrarles agujas bajo las uñas.

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