I’m So Sorry, Dear Blog

Hace tiempo empecé a sentir que me daba mucho, mucho sueño cuando intentaba escribir algo por acá. Probablemente eran los nervios de creer que no tenía nada interesante que decir. Saber que escribo mal, o puras bobadas.

Después vino la inercia. Pensar “quiero escribir”, recordar que hace rato no lo hago, y preferir no cambiar ese estado. No perturbar ese silencio. Ver hasta dónde podría llegar aquella línea recta.

Hoy recordé que tenía que renovar mi dominio, así que hice el pago e intenté entrar a la página. Escribí la dirección y, ¡oh, sorpresa! No funcionaba. Entonces me sentí mal. Había dejado morir el blog y ni siquiera me había dado cuenta. Afortunadamente era un problema fácil de solucionar y Cavorite lo resolvió al instante.

Ya no recuerdo lo que les he dicho a otras personas sobre las actividades que más me gustan y lo que me aleja de ellas; lo que sé es que he dejado de hacerlas. Me gusta dibujar. No dibujo. Me gusta cantar. No canto. Me gusta escribir. No escribo. No me gusta bailar. Estuve bailando un par de meses pero creo que me lesioné la cara interna de los muslos.

Pero aquí estoy ahora, pidiéndole perdón a mi blog por abandonarlo y haber dejado que se dañara sin darme cuenta. De repente siento que todo este tiempo he estado equivocada porque en realidad yo no estoy escribiendo para los que me podrían leer, sino para el blog mismo. Siendo así, no tiene ningún sentido volver a preguntarme cuál es el sentido de contar las nimiedades que componen mi vida. Se trata de ponerme a teclear y ya.

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