El libro de colorear que no lo era

pinch

Beatriz, dulce profesora de español devenida en ogro infantofóbico, tengo algo que he querido decirte desde hace más de veinte años. Beatriz, en primero de primaria fuiste a hacer un reemplazo en nuestro salón, y por deshacerte de nosotras un par de horas nos obligaste a colorear nuestros ejemplares de El oso que no lo era. Yo nunca he sido buena coloreando y tú hiciste que me tirara un libro que yo adoraba precisamente por sus ilustraciones en blanco y negro.

Jamás te perdonaré por el sacrilegio que me obligaste a cometer. No pasa un año sin que yo piense con tristeza en mi libro buenecito que tuve que arruinar con lápices Magicolor. No te odio porque tú nos odiabas más —¿esa transformación es común en todas las profesoras de español veteranas?—, pero deploro que hayas tenido la simpleza de creer que las ilustraciones en blanco y negro están incompletas. Tal vez ni siquiera pensaste en eso. Tal vez solo pensaste que éramos bobas y los colores eran nuestros huesitos para roer sobre cualquier superficie. Coloreen. Ya. Hipnosis colectiva. La anestesia de un movimiento mecánico color siena tostado arrasando con la textura de la piel de un oso hecha en tinta. Cuánta rabia acuné en cada tachón descuidado disfrazado de reforma infantil. Algún día volveré a comprar el libro y descansaré. Y tú, Beatriz, de ti no sé siquiera si aún vives.

Por cierto: el libro completo escaneado está aquí para que todos conozcan la inmensa maravilla que era Frank Tashlin.

3 Responses to “El libro de colorear que no lo era”


  • mato mato a esa profesora!! amo ese librooo lo amooooooo GRACIAs por recordármelo

  • Ja ja, yo pense que era la unica que no se aguantaba a Beatriz! A nosotras no nos toco colorear al Oso Que No Lo Era, pero si me toco de directora de curso en Kinder y me humillo terriblemente al llamarme lenta y al tratarme de quitar la costumbre de escribir con la mano izquierda (!!!)

Leave a Reply to @state_0f_mind