一人旅 (1)

Estoy en Kioto, en casa de María Lucía. Es mi casa favorita en Japón, creo. La luz tenue de la sala me hace pensar en películas viejas con personas en kimono. Estoy despidiéndome, se supone. Es un paseo agridulce.

A María Lucía la conocí hace un año y un par de días. Sin más referencia mía que mi blog y el hecho de ser la persona que se la pasa peleando con j., me invitó a quedarme en su antiguo apartamento a ver si por fin le daba la cara al señor que andaba de visita por las islas. Y vaya si se la di. Cara de bofe todo el santo día. El problema se solucionó eventualmente en un karaoke, pero esa es otra historia. Desde entonces tengo la impresión de haber visto seguido a María Lucía y el genial Ueo, si bien en un año no se puede andar saltando Ibaraki-Kioto-Ibaraki tantas veces.

En esta ocasión fuimos a un izakaya con afiches de Star Trek. Se supone que hubo un intento de emborracharme, o eso dicen porque no me di cuenta. Al otro día María Lucía me llevó al Castillo Nijo, me contó el episodio de las rusas obscenas que amenizaron la última visita de j., me dio chocolatina Meiji (nunca falta), me paseó por un complejo de templos donde no sabíamos si estábamos escuchando campanas o ecos de las rejillas en el piso, y preparó un donburi de aguacate y maguro que fue la cosa más espectacular del planeta. Me habría gustado mucho haberla paseado por Tokio alguna vez y haberle contado algo de lo poco que sé sobre la ciudad.

Notas:

  1. El piso del Castillo Nijo tiene un dispositivo de seguridad que lo hace chirriar de una manera muy peculiar cuando uno camina sobre él. Tecnología Tokugawa.
  2. Los ciruelos en flor son lo más hermoso que tiene Japón.
  3. Cada vez estoy más convencida de que debo volver a este país, así sea de paseo. La sola idea quita el mal sabor de lo que está por llegar a su fin.
  4. Ya no sé si vivo acá o si estoy en un viaje largo.

3 Responses to “一人旅 (1)”


Leave a Reply