Mizuho en el Yukón

La señora Mizuho (no recuerdo el apellido) ha vuelto de un viaje y sus amigas, Keiko (la que se maquilla de colores y se pone dos hebillas en el pelo negrísimo como si estuviera disfrazada de algo) y la señora feminista grandísima que se afeita el bozo, están emocionadísimas por saber cómo le fue. Yo olvidé almorzar antes de ir al trabajo y estoy a punto de desmayarme, así que me limito a terminar un dibujo mientras ellas hablan. Intercalan las frases en inglés con carcajadas que me recuerdan cuando uno está en una clase de idiomas con amigos y le parece chistosísimo intercambiar oraciones simples que en la lengua materna ya no se siente que existan. “Tell me more!” dice Keiko y todas se desternillan de risa con una picardía que las delata en mi ajada memoria como las que se metieron a una iglesia mormona a practicar inglés. Ahora sí que me caen bien.

Doña Mizuho nos cuenta que pasó dos meses en el Yukón de intercambio para mejorar su inglés. Era la estudiante más vieja del programa, era incluso mayor que sus anfitriones pero igual hablaba de su host mother y se refería a ella de esa manera. Se perdió en la nieve tres veces, no pudo ver la aurora boreal, nunca pudo completar todos los ejercicios de la clase en el laboratorio de computadores, llamó alces, comió alce, levantó cuernos de alce (¡pesan más de diez kilos!). La pasó de maravilla y ahora no hace sino reírse recordando todas sus aventuras.

Una señora que no permite que los años le arruinen los planes random y que se ríe de esa manera tiene que ser la mejor señora del mundo. Cuando grande yo quiero ser así.

[ The Way I Feel Inside — The Zombies ]

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