Ein guter Freund kann ein Buch sein

Libros
Literary Theory es más gordo que el directorio telefónico de Medellín. Infinite Jest también lo es. Ay de la gente a la que le da por cargar estos monstruos a todas partes.


Imagino una escena en la que uno está sentado en una banca de un parque, meditabundo, con los codos apoyados sobre los muslos y las manos entrecruzadas bajo el mentón. La presión de los dedos arrastra la piel hacia los labios como los pliegues recogidos de una falda hasta fruncirlos en una mueca triste. Sin las manos interviniendo la cara sería menos graciosa pero igual de sombría. Al lado se encuentra un amigo con las piernas cruzadas (un tobillo apoyado sobre una rodilla) y un brazo extendido sobre el espaldar de la banca. El amigo tiene cosas que decir, pero uno en su estado taciturno no admite más voces que las de los niños que corretean cerca. No obstante, uno sabe que tarde o temprano levantará la cabeza de su pedestal, dirigirá la mirada al lado como para revisar si aún corre humo sobre los últimos vestigios de la hecatombe y, oh sorpresa, el amigo seguirá ahí. Nada tan reconfortante como esa certeza.

Hay libros que se portan como esos amigos silenciosos. Lo acompañan a uno, esperan pacientemente, no dicen nada si uno no quiere que digan nada. A veces uno los fuerza a hablar como para no sentirse ingrato —”a ver, cuénteme algo, pues”—, pero el desespero que uno carga es tan grande que las palabras le salpican a uno la cara como un vómito insultante. El libro espera a que uno le tenga la misma paciencia que él ha demostrado por uno.

Este año tuve un amigo así. Se trataba de la segunda edición de Literary Theory: An Anthology, de Julie Rivkin y Michael Ryan. Este hermoso bloque de 1314 páginas me acompañó a Bogotá, Medellín, Nueva York, Mito y Guam. Me vio deprimida, paralizada de pánico frente a una pantalla, tratando de embutirme el conocimiento que claramente no iba a entrar así con el líquido cefalorraquídeo contaminado de bilis. Se encogió de hombros al oírme maldecir por quincuagésima vez cada uno de los tres instantes en los que se me ocurrió meterme a esta carrera. Esperó su momento de hablar. Por meses y meses, simplemente esperó, pese a que lo insulté y le dije que si volvía a mencionarme a Lacan lo botaba del balcón. Supongo que nos volvimos como esas parejas que no se hablan pero tienen que hacer un viaje juntas y poco a poco empiezan a soltar frasecillas sobre el pésimo servicio de los paradores de carretera hasta que finalmente una de las partes hace un chiste y la otra no puede contener la risa que durante tanto tiempo ha estado aguantando para demostrar su odio. Puedo ver al libro sentado frente a mí en una carroza que va por un camino fangoso bordeando un bosque. Me ojea ansiosamente, quiere contarme cosas sobre Baudrillard e Irigaray, pero yo estoy mirando hayas por la ventana como si me dispusiera a ordenarle a algún sirviente que las tale todas. En algún momento el libro y yo nos tenemos que bajar a comprar jamalacs y me toca recordarle que el jamalac se puede comer todito con sal y picante, que si no se acuerda de cómo era eso en Vietnam. El libro me dice que no nos conocíamos en ese entonces. Ah, verdad. El silencio se hace menos pesado. Está bien, ahora sí cuéntame qué dijo Walter Benjamin. Bueno pero si prometes no mandarme lejos. Te lo prometo.

El próximo año este texto será reemplazado por The Cultural Studies Reader. Sin embargo, no quiero relegar al olvido a este fiel compañero de viajes que tan estoicamente aguantó mi ingratitud. Ahora que las nubes parecen disiparse en mi cerebro, quisiera retomar todo aquello que la parálisis no me permitió ver claramente. Es muy probable que al fin no haya sido tan mala idea decidirme tres veces por esta carrera. El libro se enorgullece de saberlo.

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5 Responses to “Ein guter Freund kann ein Buch sein”


  • >tu libro habla de lacan? què dice?la pregunta que frecuentemente me hago es cómo sería yo si me hubiera quedado en filología, pero siempre respondo que ese sería otro diferente a mí y que lo que tengo ahora es lo que hay, así que no mires más a allá…saludos

  • >Trae dos textos de él: "The Instance of the Letter in the Unconscious" y "The Mirror Stage as Formative of the Function of the I". He leído solo el primero.Respecto de esos what-ifs, pienso exactamente como tú. El camino, tal como lo he recorrido, es lo que me ha traído hasta acá ("acá" no solo en un sentido geográfico). No obstante, uno no deja de dudar sobre las decisiones tomadas, en especial si involucran relaciones tormentosas. Por cierto, dices que ya no estás en filología… ¿qué haces ahora y por qué el cambio?

  • >estoy en licenciatura en lenguas extranjeras. he pospuesto durante años la escritura, y aprender otras lenguas fue una buena alternativa para alargar esa huída. ahora podría decir que esa fue la razón para salir de filología, escribir. academica o intimamente, esa labor me angustia demasiado. la he pensado como un suicidio con cada palabra que sale de mí. con cada una algo de mí deviene; algo ya no es, muere, y algo más empieza a ser. lo figuraba como la mudanza de pieles de una serpiente.back to school, he pensado ultimamente.

  • >Mi profesor de fotografía me dijo hace poco que nunca había encontrado a alguien para quien la escritura no fuera dolorosa. De hecho, él se había inclinado por la fotografía precisamente para huir de ese dolor en pos de algo instantáneamente gratificante. Para mí también es una labor terrible; la intento posponer todo el tiempo, doy vueltas y vueltas con tal de no tener que pasarme ese cuchillo que es pintar con palabras. Por eso no entiendo el hecho de seguir haciéndolo (llevo mucho más tiempo de lo normal en un pregrado que me exige escribir sobre lo ya escrito, existe este blog, existe la revista de la universidad a la que le envío cuentos).El problema es que duele todavía más dejar morir las ideas. Peor aún es saber que esto es como los idiomas: si no se practica se olvida, y retomar cuesta muchísimo.

  • >S'i… me adhiero. Yo cargu'e El Idiota como dos anios en la maleta. Al final result'o ser una miel para el paladar. Est'as en Tokyo? Yo estoy en Sendai, al norte.

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