卒業論文

Hoy radiqué el formulario de propuesta de tesis en la decanatura de mi facultad. Se siente extraño empezar a pensar en una tesis, pues significa que por fin se aproxima el final de una etapa larguísima. He pasado por tres universidades en tres países (cuatro contando el curso de japonés en Tokio), y solo hasta ahora vislumbro la posibilidad de salir un día de algún auditorio con un diploma en la mano.

Lo interesante de algo en apariencia tan sencillo es que solo hasta ahora tengo la sensación de que estoy haciendo algo que realmente me interesa. Cuando estudiaba en Los Andes estaba segura de que a la hora de la tesis escribiría cualquier cosa para salir del paso, terminaría con esa bendita carrera de una vez por todas y me dedicaría a alguna otra cosa. Al fin y al cabo, la frustración del sueño de escribir me había dejado sin nada más en qué pensar. Estuve a punto de cambiarme a Lenguajes y estudios socioculturales, convencida de que lo mío eran los estudios asiáticos, la traducción y la erradicación del manga y el anime como foco de las relaciones culturales Colombia-Japón. Pero entonces llegué acá y ¡c-c-c-crac-purrum-pum-pac-paPUM (es un derrumbe grande con crujidos)!

Cómo cambia todo, cómo cambia uno, ¡cómo es posible que haya tenido que recorrer medio planeta para encontrar exactamente lo que me interesa y darme cuenta de que no tiene nada que ver con nada que hubiera siquiera imaginado mientras vivía en Bogotá! He pasado por todo tipo de dudas. He querido huir a la fotografía, a la ilustración, a Honolulu. He enloquecido y pasado días enteros mirando cómo cambia el azul del cielo, la mente en blanco y el camino brumoso. Y de repente… todo está ahí, brillante y hermoso, esperándome.

No será fácil. Mis profesores dicen que dada la magnitud de mi idea, puede ser hasta prometedora—si es que logro desarrollarla. Tengo un año a partir de ahora para convertir las lágrimas en ámbar… o en vinagre para ensalada, al menos.

[ Sleep — Anja Garbarek ]

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