La primera noche duermen abrazados. Después el fastidio del calor corporal puede más que lo que sea que une a dos personas que comparten la cama voluntariamente. Esto se aprecia particularmente después de la media noche, cuando uno de los dos no puede conciliar el sueño por una u otra razón y el otro está completamente ido. El insomne reclama atención pero es inútil: a su lado ya no yace un ser humano sino una roca blanda. A eso sumémosle el agravante del robo de cobijas, que a veces no es tan terrible pues el ladrón suele tener la gentileza de dejarle a la víctima una mísera sábana. Y vaya usted a saber cómo hacérselo saber al culpable sin dejarle el corazón retumbándole en los oídos. Son delicados, los durmientes.
No obstante, hacia las cinco de la mañana las partes involucradas recobran parcialmente la conciencia y el fastidio del calor corporal vuelve a perder importancia frente a lo que sea que une a dos personas que comparten la cama voluntariamente. Pronto abrirán los ojos y sonreirán al descubrirse tan cerca. Esa parte es bonita.
[ She’s Got a Way — Billy Joel ]
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