Eurovisión

La música es, sin duda, un lenguaje universal. Es posible llenarse de melancolía escuchando a un joven iraní cantar en su lengua sin tener idea de las palabras que recita, o batir palmas con ritmos nepalíes en un paseo en bus. Me gusta mucho la música sin importar de dónde provenga; me emociona la existencia de tantas y tan variadas melodías aunque me frustre no poder cantarlas mientras lavo platos o pongo a orear la ropa recién lavada.

Ayer por casualidad di con la colección casi completa de presentaciones de Eurovisión en sus 50 años de existencia. Eurovisión es un concurso de canciones en vivo por el que han pasado muchos temas que dormitaban en algún olvidado rincón de mi memoria, ya fuera porque su versión Melodía Estéreo sonó incontables veces durante mi infancia o porque algún familiar me las enseñó cuando yo apenas aprendía a leer.

Ahora quiero poder cantar muchas de las canciones que encontré, pero no sólo mi guitarra se encuentra a un océano de aquí, sino que algunas de éstas son para mí absolutamente ininteligibles. Si logro obtenerlas para el iPod me daré por bien servida.

Para finalizar, los dejo con Åse Kleveland y su Intet Er Nytt Under Solen (“Nada es nuevo bajo el sol”), tercer lugar en 1966 (el mismo año en que debutó Raphael cuando era igualito a Franz Ferdinand).

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