Milagro en Kasuga 4

La noche del 24 de diciembre es la más ajetreada en los love hotels de Japón. Claro que —aclara una estudiante de Introducción a estudios de género— los estudiantes de la Universidad de Tsukuba viven por su cuenta en apartamentos, así que este dato no les concierne. En todo caso, Ese es el sentido de la Nochebuena en este archipiélago: el amooor. Eso y comer pollo frito y strawberry shortcake.

Como Azuma y yo somos de poco plan y la pizza que pensábamos pedir se ve asquerosa hasta en el catálogo, nos abrigamos y salimos de tour por los combinis del barrio. Supongo que en alguna época esto se habría sentido patético, pero como hikikomori uno se vuelve inmune al deber ser de la vida. Y la propia vida nos recompensa: en el Family Mart aparece un pollo entero en una caja como de ponqué. ¡Un pollo entero! ¡Con todo y folleto de instrucciones para desarmarlo!

Pollo, absenta, ponqué y chocolatinas. Voces que me hacen reír desde Bad Windsheim, Bogotá y Popayán. Cuernos de reno sobre mi cabeza. Suficientes sobras como para atiborrarnos al otro día también. Los japoneses sueñan con el amor que los obligaría a caminar cogidos de la mano en Odaiba, pero yo hablo de este amor que hace que esta noche, en el último apartamento del último piso de este edificio, nada pero nada haga falta. Grata Navidad.

Nota aclaratoria para mi yo del futuro: en Japón es sumamente difícil conseguir un pollo entero. Esta fue la primera (y probablemente única) vez que pude toparme con uno. ¡Y en un combini, nada menos!

[ Travelin’ Prayer — Billy Joel ]

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