Origami para todos

Hoy tuvimos examen médico en la universidad. Hubo electrocardiograma, chequeo de peso y talla, rayos x, toma de presión arterial, examen de visión y toma de muestras de sangre y orina. Aún no entiendo cómo se habla de miopía en Japón porque pese a que no tuve problemas en comprar unos lentes de contacto nuevos, mis compañeras de clase no entendieron a qué me refería cuando hablé de dioptrías.

A la hora de la muestra de orina me entregaron un sobre pequeño con un frasco como para gotas. Fui al baño del edificio, me aseguré de quedar en un cubículo con sanitario occidental y me dispuse a hacer la tarea.

Según las instrucciones impresas en el sobre, había que sacar de allí una especie de bolsillito de papel que con ayuda de ciertos dobleces debidamente señalados se convertía en cajita. En esa cajita debía depositar mi muestra, parte de la cual debía recoger con el gotero plástico, volver a meter en el sobre y entregar a la encargada.

No creo que sea necesario hablar de la ridícula situación en la que me ví envuelta reforzando los dobleces de la dichosa caja con el fin de ensanchar la abertura y reducir las posibilidades de fallo en la toma de la muestra. El solo hecho de ver la caja y la mano sosteniéndola torpemente era suficiente para enviar señales de alerta a mis esfínteres: zona de riesgo, no descargar aquí.

Con dificultad acumulé una mísera cantidad en una esquina de la obra manual. Para mi alivio, posteriormente el líquido llenó la mitad de la minúscula botellita. Con repulsión boté la cajita a la caneca y me lavé las manos como si ellas hubieran servido directamente de recolector.

Los alcances del origami, ya ven.

[ I Can See Clearly Now — Johnny Nash ]

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