Passiflora

Los momentos de mayor tensión son sumamente propicios para encuentros inesperados. No es sino que el aire se permee de mi angustia para que las condiciones atmosféricas cambien y el informe del estado del tiempo alerte a los incautos sobre la conveniencia de hablarme sobre temas absurdos, en especial si se trata de consultas.

En alguno de esos días eléctricos me encontré con una ventanita de Messenger desde la cual una desconocida se ahorraba el saludo (¿si no te conozco para qué te voy a saludar?) e iba directamente al grano.

—Oye, ¿cómo se dice en japonés…?

La verdad es que yo me crié como anciana prematura y si hay algo que me disguste es que no me saluden. No como que pasen derecho en un corredor y no me saluden, sino que procedan a pedirme favores sin tener el más leve asomo de calidez humana. Algo así como si mi contacto en MSN fuera un motor de búsqueda.

No creo necesario recalcar que, si bien ya me encontraba en un estado bastante alterado (era época de exámenes), mi nivel de furia creció como espuma de cerveza. Cometí el craso error de recordarle que yo no era un curso de japonés, que además mi nivel no es tan bueno… y contestarle la pregunta.

—Oye pero ¿por qué la partícula… y no la partícula…? Yo tenía entendido que…

Debido a que tiendo a olvidar importantes detalles de episodios fastidiosos, sólo acierto a recordar que la mandé a tomar cursos en vez de venir a preguntarle a cualquier dueña de blog. Y de paso le aclaré que la discusión sobre partículas gramaticales puede tomar horas de clase enteras, que si se fija en el diccionario la partícula “ga” tiene mil y un usos.

—Oye pero no te pongas así que se ve muy feo. Igual me caes bien. ¡Chao!

No volví a saber de esta persona, pero tengo por seguro que he perdido a una lectora. Claro que mínimo ni siquiera leía sino que me encontró por casualidad cuando escribió en Google las palabras “noppo y gonta”. Por cierto, queridos buscadores: no poseo material relacionado con Dekirukana, las fotos que había coleccionado se perdieron en un desafortunado accidente y no he tenido la más remota posibilidad de encontrarme cara a cara con Ei Takami.

En fin. Ése no es el episodio más memorable.

El campeón tiene que ver con granadillas en Australia.

Yo no sabía que aquella fruta que no me llegó a gustar sino hasta hace un par de años (después de pasar toda mi infancia resistiéndome a tocarla, hasta que se me olvidó a qué sabía) también se da en el país del bumerán. Ese día me enteré.

Una lectora llegó aquella tarde a preguntar por el nombre de la granadilla en japonés.

—¿Cómo? No sé, no debe tener traducción.
—Sí debe tenerla.
—No porque aquí no hay granadillas.
—¿Cómo así que no hay? Debe haber.
—Pues yo suelo pasar por una frutería de las caras y ahí no hay granadillas.
—No, tiene que haber. ¿Cómo se les llama en japonés? Es urgente.


“Mocos de elefante”, les llamaba una niña del colegio a las granadillas. Ahora que lo pienso, el moco de un elefante tiene un aspecto completamente distinto.

Para apaciguar los ánimos de mi acalorada interlocutora decidí buscar páginas japonesas relacionadas con el tema. En efecto, el nombre aparecía en romaji (letras occidentales). Mientras tanto ella insistía en que aquí tenía que haber granadilla, si en Australia (¡aquí no más!) se daba. Prácticamente por reflejo empecé a responder sin datos que me respaldaran, al tiempo que continuaba en busca de información sobre la dichosa maraca anaranjada, con tan mala suerte de abrir la Wikipedia cuando era demasiado tarde. Ya le había dado Enter a mi ignorante inferencia “la granadilla sólo se da en Suramérica” cuando, por un lado, me enteré de mi falta de conocimiento en cuanto al cultivo de la Passiflora ligularis. Por otro me gané un regaño: un pequeño pero contundente discurso sobre la falla que constituía el horrible desacierto que yo había cometido.

Supongo que de ahí resulté con una lectora menos, apesadumbrada porque esta humilde (y además pésima) estudiante de japonés no sólo fue incapaz de darle el nombre de la fruta correctamente traducido sino que además vino a aseverar necedades. ¡Qué indignación!

La sensación de extrañeza causada por aquella confusa conversación me ha venido persiguiendo desde entonces. Si llego ir a Australia algún día me tomaré una foto con la fruta, a ver si logro enmendar el daño.

[ Tiny Dancer — Elton John ]

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