Rendezvous (II)

Natalia era la niña más popular del curso. De hecho, era lo más cercano que yo jamás hubiera visto a la “chica popular de la escuela”. Tal vez esto se debía a que nosotras éramos colombianas y ella venía de Canadá, aunque yo no comprendía esa proveniencia con ese pelo tan rizado y las cejas gruesas y claro, el nombre. En todo caso, Natalia era la niña más popular del curso. Cuando ella hablaba todas escuchaban. Se inventaba canciones estúpidas que todas repetían como siguiendo a una animadora (recuerdo a más de diez personas gritando “Frosted Flakes! ¿Huevos? ¡No!” frente al salón de danza un día). Eso, ella era más o menos como una animadora que sabía un poco más que las demás acerca de ciertos temas escabrosos.

La primera vez que la oí hablar de cerca (yo estaba en A y ella en B) fue en una de esas actividades de Cooperative Learning que nos tocaban todo el tiempo, en las que mezclaban las secciones del curso y nos hacían trabajar en grupos asignados al azar. Nos contó un chiste cochino acerca de una persona que se encuentra un Twinkie en la calle. Las otras niñas del grupo le pidieron que lo volviera a contar en inglés. No me pareció chistoso, pero bueno, dos años más tarde el humor norteamericano todavía no me parecía chistoso.

La segunda y última vez que recuerdo haber tenido contacto algno con ella fue justamente dos años más tarde, cuando nos disponíamos a realizar nuestro abominable paseo ecológico a Villa de Leyva. Las condiciones en que este viaje se llevó a cabo son algo digno de mencionar… en cualquier otra ocasión, así que volvamos a esta mañana de hace tanto tiempo, cuando sólo los grupos grandes y fuertes de amigas podían ocupar el puesto de los músicos en el bus. Por esa época yo me juntaba con las niñas ‘malas’ del curso, que era más bien una reunión de gente incomprendida incluyendo a una rebelde de verdad y a una demasiado mayor. Al ser cinco en total era claro que necesitaríamos sentarnos atrás para estar juntas. Esperamos al lado del bus desde temprano y obtuvimos el codiciado lugar. Sin embargo, Natalia quería sentarse allí no sé ni por qué ni con quién. Como permanecimos impávidas ante su reclamo del puesto (supongo que pensaba que lo merecía porque todas cantaban esa canción del funky chicken cuando ella lo pedía), armó una pataleta que más parecía una posesión demoníaca que un humano acceso de furia. Sólo recuerdo el remate de su enloquecido discurso, en el que nos señalaba con un acusadorsísimo dedo y chillaba “¡Me las van a pagar! ¡Me las van a pagar!” Pero al fin nada sucedió.

No sé cuándo se fue del colegio ni por qué. No sé si dejó amigas que la extrañaran, pues no apareció en la página de People to Remember en nuestro anuario. Claro que tampoco lo hicieron mi amiga rebelde ni mi amiga demasiado mayor; el comité de esa sección me negó el permiso de incluir sus imágenes pues era un espacio para “la gente que realmente queremos recordar”. Fuera de los dos encuentros anteriormente mencionados y su frenético baile en el pasillo del bus de ida con un forro de silla puesto muy a lo Superman, no recuerdo absolutamente nada sobre ella.

Cuando la fiebre de los reality shows apenas empezaba en este país apareció un programa llamado Popstars. Claro, todos los que hayan visto televisión colombiana lo recuerdan, ya sea porque lo vieron o porque no lo vieron pero la radio les embutió por los oídos la única canción que el conjunto ganador sacó a la venta (¿o es que hubo más?). Yo vi los primeros episodios, cuando había miles de niñas cantando en estadios y luego esperando en salas a que las llamaran. En uno de esos capítulos apareció una niña que se me hacía bastante familiar. Dio su nombre. Era ella.

Curioso, yo siempre pensé que ella se consideraba demasiado madura y mala. Claro que eso había sucedido como siete años atrás y yo nunca había hablado con ella de verdad, así que no tenía autoridad para opinar. Sin embargo, creo que las niñas del curso que la vieron y reconocieron también deben haberse extrañado. Un programa rosado para niñas que querían ser estrellas tipo Spice Girls no es precisamente lo que uno habría esperado de ella. Tampoco se me habría ocurrido jamás que ella cantara bien.

Preguntaron de dónde era y dijo que de Bucaramanga.

¡Un momento!

¿Acaso no era canadiense?

[ This Is How It Goes — Aimee Mann ]

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