Nieve de aerógrafo

Esta mañana, en el Portal de la 80, vi un anuncio reportando la inminencia de un suceso que no corresponde a estas fechas. Me pareció curioso, pero pensé que el afán de adelantar el calendario sólo le pertenecía a la cadena de supermercados que deseaba hacerse a una montaña de dinero desde ya. El día transcurrió normalmente, con un sol que hacía mucho no veía golpeando el pavimento. Por la tarde, mientras el calor daba al fin paso a los nubarrones de siempre, noté que en la ciudad estaban brotando pinos de plástico con nieve pintada. En la entrada de Unicentro, en una vitrina sobre la 11, en un apartamento en Chicó. Tal vez fue el cambio abrupto del clima, tal vez un efecto de la altura —yo sabía mucho de jardinería pero ya se me olvidó —, el asunto es que estos nuevos parásitos no se contentaron con alcanzar la madurez instantáneamente, sino que además florecieron. Luces de colores se regaron por la vitrina de la 11 mientras que el árbol del Chicó se recargó de bolitas rojas y doradas.

Ya estoy resignada a esperar el inevitable momento en que los frutos de esta precoz vegetación estallen y esparzan en el aire su insoportable polen sonoro: “De Año Nuevo y Navidad…”

[ Pure Shores — All Saints ]

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