Ammonia Avenue

When I heard the learn’d astronomer,

When the proofs, the figures, were ranged in columns before me,

When I was shown the charts and diagrams, to add, divide, and measure them,

When I sitting heard the astronomer where he lectured with much applause in the lecture-room,

How soon unaccountable I became tired and sick,

Till rising and gliding out I wander’d off by myself,

In the mystical moist night-air, and from time to time,

Look’d up in perfect silence at the stars.

Walt Whitman

Es una hermosa mañana soleada en la siempre cambiante Bogotá. Hoy cuando desperté, muy temprano, vi el cielo resplandeciente a través de las persianas, iluminando las casas del conjunto con un tono anaranjado. El cuarto vacío de mi hermana también parecía emanar una luz ambarina muy fuerte. Recordé que por estos días Marte está más cerca de la tierra, y así también retornó el recuerdo de mi ferviente amor a la astronomía, que nunca logró ser lo suficientemente técnico para incitarme a estudiar física, y que sin embargo me sumergió en los posibles e increíbles mundos de la ciencia ficción. Más o menos el mismo problema que plantea Walt Whitman en When I Heard the Learn’d Astronomer, uno de mis poemas favoritos.

Ah, la ciencia ficción, paraíso de los que por momentos queremos huir del mundo e inventar nuevas leyes, nuevos problemas, nuevas formas en el cielo; de los que queremos ver el futuro desde todos sus hilos posibles (teoría de las cuerdas) y en todos los puntos de esta dimensión y las otras… Hace poco aprendí que este género literario es el nuevo mito, pero si éste tiene como objeto dar respuestas a las preguntas que aquejan a la humanidad, ¿la ciencia ficción da respuestas a preguntas que el ser humano hipotéticamente se preguntaría en caso de… ? ¿Son respuestas a los “qué tal si…”, a las preguntas que aún no se han formulado, anticipaciones del futuro?

Cuando pienso en la ciencia ficción pienso no sólo en relatos de Asimov, Clarke, Welles, Huxley, Le Guin, Wells y Bradbury (entre otros), no sólo en el monolito que eclipsa al sol en 2001 y el estallido de un solar Júpiter que casi me hace llorar de emoción al final de 2010. La ciencia ficción para mí encompasa tantas pero tantas cosas, casi que ha gobernado mi vida, que considero que así como existen libros y películas de ciencia ficción, también existe música ciencia ficción… todo el arte puede tener algo de ciencia ficción. (Ya estoy disvariando, estoy emocionada.) Alan Parsons Project es, en mi opinión, la música ciencia ficción por excelencia. No sé si ellos mismos lo hayan pensado así alguna vez, pero oírlos es ver ante mí cunas de estrellas, agujeros negros devorando materia y energía, humanos abandonados a su suerte al otro lado de un agujero de gusano y, muchas generaciones después, averiguando desesperadamente sus orígenes (Navegantes de Krakelon). No es sino escuchar Children of the Moon para sentir el mismo abandono de tantos posibles habitantes del universo que, como yo, no soportaron las charlas técnicas y se dedicaron a mirar arriba en espera de una respuesta.

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