Anoche, por primera vez, estudié para un examen con una compañera japonesa. En su minúscula habitación pasamos alrededor de 3 horas releyendo el libro de comprensión de lectura en alemán, escribiendo números y riéndonos tontamente de la palabra ‘Bub’. Le enseñé la palabra ゲットー (“ghetto”) para referirnos al aspecto del dormitorio, nos quejamos de los gatos que invaden los basureros de la zona, de la falta que nos hace Tokio (ella es de Saitama) y me mostró fotos de sus amigas de colegio que no ha vuelto a ver desde la graduación. Una de ellas era ganguro. Le conté que mi mejor amiga tiene un hijo, lo cual me ha hecho cada vez más difícil el hablar con ella puesto que lo más cercano que yo tengo a un niño propio son mis primos y, la verdad, no logro concebir las dimensiones emocionales de la primera gripa de una criatura humana.
Al final de la sesión la introduje en las mieles de la mezcla burda e indiscriminada de idiomas: “Ganbaren Sie!” nos dijimos antes de partir. El domingo continuaremos con gramática. Estoy emocionada.
[ Moscas en la casa — Shakira ]
P.D.: Al final de la última clase de conversación en alemán, mi compañero de grupo (japonés, claro está; segundo año, tirando a bonito) me dijo que mi maleta se veía pesada, y que nos vemos en septiembre. Salí del salón con la feliz sensación de haber sido bañada en halagos.
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