Entré a la universidad como si éste fuera mi primer semestre, observándolo todo y a todos con ojos muy abiertos. Esta actitud no la tuve en mi primer día real de clase, cuando me limité a esperar la hora de la clase en el borde de un muro y volver a casa una vez terminada la jornada. Claro que ahora es distinto; puedo darme el lujo de no conocer a nadie nuevo y aún así tener con quiénes compartir la hora del almuerzo. Entonces pasan por mi cabeza todos los estilos de comida que he tenido estos (ya no sé cuántos) semestres… crepe y ensalada en Dos gatos con la recién conocida Monique, lonchera en la terraza del Q con Kitty, Margret, Vero y Monique; melocotones compartidos con Himura a los pies de la Pola,—
Interrumpimos esta romántica visión de la vida universitaria de Olavia Kite para anunciar que la susodicha ha perdido la primera clase de Chino II debido a un inesperado exceso de somnolencia. Gracias por su atención.
En enero de 2005 recibí un comentario en este blog de parte de alguien que, aunque no conocía personalmente, no me caía muy bien. El autor del mensaje preguntó por la clase de Japonés III que se dictaría entonces. Supuse que el hombre se proponía nada menos que meterse a mi clase con el Sensei. ¡Ese arrogante que se la pasa corrigiéndome! ¡En persona! ¡En mi clase! ¡¡¡Participando todo el tiempo, restregándome lo bueno que es después de cada parcial en el que obviamente le irá mejor que a mí, preguntando socarronamente por mi relación con los japoneses, lanzándome miradas llenas de odio si de casualidad sé una respuesta que él ignora, buscando errores en el tablero, haciéndome la vida imposible!!!
Un año, dos niveles y un sensei después… ese arrogante osa darme un beso en el pasillo del Au después de clase e, incapaz de abandonar su espíritu competitivo, propone que el que obtenga mejor puntaje en el examen de cuarto kyu que acabamos de presentar gasta brownie.
[ The Suffering — Coheed and Cambria ]
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