Un gran problema de la edad adulta es que uno llega a comprender finalmente la importancia de ciertas cosas que uno quisiera, y por años y años intentó, evadir a toda costa. ¿Cómo puede uno seguir viviendo en una comodidad que ni siquiera es engañosa porque ahora uno es perfectamente consciente de que, tarde o temprano, le va a pasar factura?
La disciplina es tristemente inevitable.
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