En mi cuarto hay unas cajas arrumadas por ahí. A veces pienso en ellas, me digo que debería deshacerlas porque ya ni sé qué hay adentro y necesito el espacio para poner mi maleta nueva. O bueno, hasta hoy las había.
En algún momento de esta tarde, impulsada no sé exactamente por qué, decidí abrir las cajas y deshacerme de ellas de una buena vez. Pero oh, espera, no tan aprisa. Creo que un titular de carnada de clics sería apropiado para el instante inmediatamente anterior a la apertura de la primera caja: “Esta persona abrió unas viejas cajas de cartón arrumadas en su cuarto. Lo que encontró en ellas cambió su percepción de las mudanzas para siempre”.
La tarea era aparentemente inofensiva: una caja, debajo otra y debajo otra y debajo otra. Pero a medida que avanzaba me di cuenta de que cada una era más capa geológica que cubo de cartón. Hasta tesoros había: encontré nada menos que un disco duro portátil que juré haber perdido en la mudanza Tsukuba-Bogotá. Fue un momento muy Indiana Jones, pero sin ratas ni serpientes ni esqueletos. Excavo y saco guacas.
Ahora voy en que debo llegar antes del 21 de agosto de 2002 a Dubuque, Iowa para asistir a un campamento de integración de estudiantes internacionales. Ahí voy a conocer a un japonés pelilargo al que luego me voy a volver a encontrar en un asado y le voy a pedir que me lleve de vuelta al dormitorio porque quien me había traído se fue sin mí. Y ese va a ser mi novio. A ese novio, que ahora está casado (con alguien que no soy yo) y vive en Tokio, le acabo de escribir para preguntarle si quiere una foto de su grado que recién apareció en un sobre.
Siento que este es un proceso opuesto al del regreso de Japón: en vez de forzarme a aceptar la inexistencia de mis cosas —así algunas aparezcan luego inexplicablemente—, estoy cada vez más abrumada por la manera como prácticamente todo lo que llegué a tener en Dubuque está acá, once años después. Esto también significa que las cosas de Japón, perdidas o no, pasarán al olvido tarde o temprano. Ese es un buen consuelo.
Posts para fijar el recuerdo de las cosas perdidas. Dibujos sobre la expedición al fondo de las cajas.
Hay tapabocas en homecenter y en easy, paquete de 5 a 3000. Los uso para hacer aseo en casa 🙂
¡Una amiga de la universidad me trajo de Corea un tapabocas de lana! Ese sobrevivió a la mudanza y lo voy a estrenar. 😀