2013-07-15 (Malasada)

La importancia de los viajes exploratorios de Vasco da Gama radica en gran medida en que constituyeron la vía de entrada de los portugueses para esparcir su legado de azúcar, harinas y grasa hasta los confines de la Tierra. Hoy en día no es posible concebir a los pueblos del Asia sin sus magníficas herencias culinarias. ¿Qué sería de Japón sin el tempura y la castella, de India sin el vindaloo? Aunque con bastante retraso, las Islas Hawaiianas también recibieron eventualmente su respectiva dosis ibérica de sacarosa y gluten en forma de dos bizcochos: la malasada y el pão doce.

La malasada es una confección que, en mi opinión, también podría llamarse “bienfrita” dada la cantidad de aceite que llega a absorber. Sin embargo, no difiere en nada de la dona común de panadería colombiana, excepto tal vez por la posibilidad de que la segunda venga con relleno de arequipe. Probé la malasada en una feria local pero todavía tengo que repetir la experiencia en una panadería tradicional que las vende de todos los sabores (por ejemplo, piña —¡qué raro!—). La que comí esta vez era de poi y, aunque esperaba un relleno morado, me salió fue la misma dona con el mismo sabor a dona pero toda morada.

Y ya. También me compré una caja de piña en cubos y unas sandalias cómodas.

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