Temo que mis palabras no alcancen a abarcar el tamaño de este momento. Por eso no escribo. Sé que no las puedo hacer mostrar lo magno que es decidir (entre dos) cuándo se va a lavar la ropa (de dos), o quién (de los dos) va a hacer qué parte del desayuno (para dos). No sé cómo darles el significado tan enorme de despertarse y decirle buenos días a una persona que está unos centímetros a la izquierda; la misma que otrora estuviera en este mismo lugar pero a miles de kilómetros de distancia.
Después de muchos meses de simular presencias en una pantalla, puse un dedo arbitrariamente en el calendario para dejar de esperar y me lancé a dibujar estelas en el aire hasta una ciudad que de otra manera no habría llegado a conocer nunca. Vine para reteñir los trazos borrosos de un par de caras en una foto mental tomada en la estación de Tokio hace años. Vine para no creer que aquí estoy, que estamos.
Esto es apenas un pestañeo de lo que me gustaría que fuera, pero procuro tomármelo como si fuera a durar por siempre. Trabajamos en nuestras respectivas cosas, vamos de compras, montamos en bicicleta, turisteamos poco. Qué bien se siente vivir en plural.
También me queda muy difícil escribir la alegría que me produce leer y releer tus palabras. Pero es grandísima. : )
Qué bonito.