El sonido del entorno subacuático es más agradable en las películas que en la vida real. Cuando uno se sumerge en el agua todo suena como si uno fuera un drenaje y el mundo se estuviera yendo a través de uno, sensación que se confirma cuando uno sale a tomar aire y los oídos hacen como si las últimas gotas de universo hubieran terminado de desocuparse. Si las boyas o los icebergs tuvieran oídos —como los nuestros, no otolitos de pez—, seguramente vivirían irritados del constante cambio entre el sonido del aire y el sonido del agua con la inestabilidad de la superficie en la que flotan. Lo contienen todo y de pronto no. Otra vez lo contienen todo y de pronto no. Claro que no sé si preferirían la permanencia de lo primero o lo segundo. Glugluglu.
a los oídos solo entra la música!!!
precioso.