Cuando den el paso en el vacío y ya no puedan devolverse por estar cayendo en picada, abran los ojos y observen el abismo al que se entregan. Con el viento en la cara no habrá tiempo de pensar en el miedo, y en la transformación de las distancias descubrirán que la oscuridad no es tal. Seguramente en el camino las ramas secas les rasguñarán la cara y tal vez se partan más de un hueso contra los peñascos, pero cada herida es una enseñanza para el siguiente tramo; cada cicatriz, una lección aprendida. Sepan de una vez que nunca volverán al risco del que partieron. Más adelante lo volverán a ver, pero será desde otro ángulo muy diferente. No le pregunten a nadie cómo será todo allá abajo; no se puede viajar con ojos ajenos. Dense el lujo de no pedir más certezas y armen su propio mundo desde la nada. Por último, permítanse un tumbo en el estómago, pero solo uno, en el instante de notar la ausencia del suelo firme. Después de eso no quedará más sino sonreír al saberse volando.
¿si viste que a veces uno lee un texto y resulta que se siente como si fuera la vida mándandote a decir a través de un ángel justo lo que necesitabas en ese momento?
… gracias 🙂
La lección de la semana es flotar entre las nubes con el avión, dejar ir y dar el salto. Pánico pero estas palabras me llenan de tranquilidad.
Qué hermoso. Gracias.