En este momento no extraño Japón. Tampoco digo que la esté pasando absolutamente de maravilla en Colombia, pero es lo que es lo que es. Estoy acá, ya no estoy allá. Punto. Siento como si ni siquiera hubiera volado desde allá, pese a que recuerdo todo perfectamente. Me teletransporté y no hay vuelta atrás.
Siento que extrañar Japón es como extrañar un sueño, un mundo donde las leyes de la física son distintas, algo imposible de emular y por tanto inútil de anhelar.
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