Hoy llegué al salón de clase y me senté a escuchar música mientras esperaba al profesor. De pronto alguien tocó mi hombro. Volteé a mirar y me quité los audífonos. Era la ucraniana a la que le había explicado algo de gramática española el otro día. Detrás estaba el gringo que una vez me había preguntado si me gustaba el libro que estábamos leyendo para la clase. Los dos me saludaron. Respondí con un “hello” vacilante terminado en signo de interrogación, a la espera del favor que seguramente me iban a pedir. No hice mayor esfuerzo por esconder mi hostilidad.
Pero no me pidieron ningún favor. Me preguntaron qué música estaba oyendo. Sonreían. Me estaban sonriendo a mí. Entonces recordé que normalmente las personas que se han saludado antes suelen volver a intercambiar palabra, no necesariamente a beneficio personal.
Me avergoncé.
Tarde o temprano tendré que readaptarme a convivir con seres humanos, lo sé. Pero eso no sucederá mientras yo siga en este país.
[ The Pageant of the Bizarre — Zero 7 ]
>Uno puede se todo lo desconfiado y prevenido que quiera. Igual, lo único que tine gracia de interactuar con el resto de seres humanos se da cuando uno se expone.
>Estás en lo cierto.