Cuando era chiquita me preocupaba la llegada del futuro. El futuro, esa era delirante y peligrosamente cercana que venía siendo predicha hasta el mínimo detalle. Pues bien, a mí ese horizonte me preocupaba puesto que cuando llegase mi casa sería demolida para construir una brillante “casa del futuro”.
Algo así suelo evocar cuando escucho a The Bird and the Bee. Como salidos de una fantasía de azulejos color verde limón y turquesa, Greg Kurstin e Inara George imaginan el porvenir musicalmente desde un mundo de licuadoras anaranjadas en el que creíamos que volaríamos a la Luna en una nave Pan Am.
El futuro llegó y mi casa sigue igual, aparatos más, aparatos menos. Nadie está hibernando en el camino a Júpiter. Sin embargo, este dúo me hace cerrar los ojos, retroceder en el tiempo y ponerlo a andar de diferente manera para poder declarar, como en su último álbum: “Ray guns are not just the future”.
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