La única certeza del día era el arroz con curry. El arroz había sido preparado con el esmero que requiere oprimir un botón, y el curry era uno de esos instantáneos que, a juzgar por los trozos de grasa solidificada que se deshacían entre las muelas, no debería haber pasado directamente del sobre al plato.
La noche anterior había soñado con las calles de una ciudad polvorosa al lado del mar. El sueño culminaba a la entrada de una habitación donde alguien la esperaba. La expectación que había impulsado sus pasos y que se había detenido de golpe en aquel umbral la había dejado algo descompuesta. Esa mañana, mientras despertaba, creyó equivocadamente estar abriendo los ojos en su antigua cama. Cuánta incertidumbre: la luz matutina era tan distinta cielo tras cielo, y la cama era apenas un recuerdo reemplazado por la realidad cual pieza de utilería.
“¿Te quedarías conmigo?”, había dicho el héroe de la radionovela antes de ser interrumpido por una pesada y dramática orquesta mientras caía la tarde del día anterior. ¿Qué respondería la bella voz de su interlocutora? Sacudir el aparato no sacaría las respuestas; había que esperar a la siguiente emisión. Los personajes de aquella historia se habían reencontrado diez años después de una inexplicable separación para decidir el rumbo del resto de sus vidas, y los radioescuchas como ella no se resignaban a aceptar que sus rostros invisibles debían verse ajados por las decisiones mal tomadas, los desesperados saltos al vacío, las lágrimas de impotencia. En la fantasía de las ondas sonoras nada fallaba, los ojos chispeaban.
Al parecer, los vericuetos del camino habían conducido inexorablemente a la heroína de regreso a los brazos de su galán. Asimismo en el sueño, todas las calles desconocidas parecían conducir hacia aquel recinto que ella no se había atrevido a pisar. La diferencia entre el sueño y la realidad era que para cuando ella alcanzara aquel hipotético lugar, no quedaría más remedio que dar el paso y sentir la alfombra bajo los pies. ¿Nunca sintió miedo la protagonista cuando abordó aquel avión? Tras las voces cristalinas se ocultaban los gestos, los poros, la asimetría. Optar por la travesía significaba romper el hechizo de la perfección por entregas. Del otro lado del dial se conocían todas las respuestas de antemano, pero en el mundo visual lo único cierto era una sustancia marrón a medio cuajar sobre un montículo de arroz pegajoso.
El sol proyecta sombras tan distintas cada mañana, reflexionó ella mientras su mirada se tornaba hacia el cielo límpido. No valdría de nada hacer planes para el siguiente día soleado, si la luz nunca tocaría las barandas del balcón de la misma manera. Esa tarde ella no sintonizaría la radionovela.
[ Universo ao Meu Redor — Marisa Monte ]
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