Ayer derretí una espátula. No, no fue mi intención. Fue uno de esos accidentes divertidos, como cuando se fisuró un pocillo sumergido en agua caliente y por entre la raja empezaron a salir volutas de leche. Intenté levantar el artefacto y en mi mano sólo había medio pocillo.
Andaba poniéndole atención a un llamado de la naturaleza, una voz que me decía “papitas grasositas con mucha sal y salsa de tomate”, cuando de repente me di cuenta de que había un poco menos de la herramienta con la cual sacaba las papas del aceite. Claro, podría haber usado una cuchara para freír en vez de la espátula, pero resulta que en este hogar no hay sino un juego de cubiertos, un cuchillo filudo y un balde.
Himura se indigna al saber que no tengo intención alguna de invitarlo a conocer mis dones culinarios. Tal vez piensa que es producto de un exceso de feminismo mal llevado, pero la verdad es que dichos dones no existen. Aderezo las papas fritas con caramelo negro sin sabor y la leche al baño maría se convierte en agualeche con medio pocillo. De aquí jamás ha emanado el dulce aroma de las galletas recién hechas. Una vez tosté un pan en una cacerola, y le puse mantequilla, canela y azúcar, inspirada en una receta que me dio una antigua amiga en cuya cocina jugaba esgrima con las cucharas de palo—para su profundo disgusto. Eso me quedó bien. De resto, muchas veces no conozco el resultado final de mis incursiones culinarias puesto que el hambre es tal que me lo como todo a medio cocer.
Si a alguien se le ocurre algún día que vivir conmigo sería una maravillosa idea, le advierto: no me deje entrar a la cocina, o estaremos en apuros. Y si no que lo diga Minori, cuya cocina prácticamente incendié fritando berenjenas. Mejor encárgueme de los platos… los desocupo con gusto.
[ Silverscreen — Jesca Hoop ]
0 Responses to “Culinary Mishaps”