Estábamos comiendo bibimbap en el restaurante coreano del barrio cuando le expliqué al señor Sakaguchi que es imposible saltar a un agujero negro y que lo que le había dicho sobre el colisionador de hadrones era verdad. Desde entonces, mi vecino y compañero de clases ha estado relativamente enterado del asunto y hasta se apresuró a contarme sobre el daño reciente en el aparato que retrasará el fin del mundo un par de meses.
El señor Sakaguchi nació en Nara, tierra de templos y venados que no fue atacada por las bombas incendiarias norteamericanas en la segunda guerra mundial pero cuyos niños se exponían a ráfagas de metralla si les lanzaban piedras a los aviones enemigos. Cuando habla japonés en su dialecto le entiendo bastante bien, cosa que se me hace bastante extraña pues cada vez que he ido a la región de Kansai he quedado sumida en algo bastante cercano a la completa ignorancia. Parece más animado, incluso más cercano cuando cambia el inglés de Escocia por su lengua materna. Llega un momento en el que la impresión de estar hablando con alguien diferente me pone inexplicablemente nerviosa y me deshago en risa como un frasco recién roto lleno de arroz. Entonces empieza a hablarme en alemán y yo me desespero porque mientras intento responderle mi cabeza empieza a sacarme palabras al azar en cualquiera de los tantos idiomas que he olvidado.
Anoche me puse a observar el apartamento que horas antes ocupara este visitante y lo hallé irreconocible. La alcoba se hallaba ordenada, los futones debidamente doblados, los ecos de la guitarra aún en el aire. Un montón de loza en el lavaplatos y la cafetera vacía daban fe de mi incursión en el mundo de la culinaria para más de una persona. Exceptuando la reunión de estudio que tuviera el trimestre pasado con Alicia, nada me había empujado antes a hacer de esta caja habitacional un hogar presentable. La soledad que siempre había caracterizado este espacio había desaparecido, si acaso temporalmente. A cambio, aún corrían por las paredes estelas de algo parecido a una vida normal, una menos lúgubre.
Tal vez fui muy dura al llamarlo falto de feeling. No puedo esperar que todos mis interlocutores de ahora en adelante sepan de agujeros negros, así como no puedo esperar que los que sí lo hacen entiendan lo que es la vida en una caja con vidrios fuera de la cual la gente no hace sino accidentarse y suicidarse.
[ I Wasn’t Prepared — Eisley ]
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