En una página de noticias hay una foto de un chino dormido en un bus ilustrando la noticia de treinta chinos ilegales que atraparon mientras viajaban de sur a norte. No sé cómo esperan que uno tome en serio la noticia con semejante imagen acompañándola. Me hace pensar en los paseos de colegio en los que todo el curso le toma foto a la persona que se queda dormida con la boca abierta en el bus. Al menos el chino la mantiene cerrada.
Hablando de medios de transporte y gente que cogen por sorpresa, el lunes estrellé la bicicleta. Iba en un camino bastante transitado cuando de la nada salió un tipo en una de esas bicis de rueditas chiquiticas. Crash. El ruido fue formidable. Mi mandíbula fue a parar sobre la cabeza del tipo y una pierna se me quedó enredada entre la maraña de varillas. Curiosamente no hubo sangre, pero sí muchos morados que aparecieron días después en lugares donde uno jamás espera cambios de color.
Cuando intenté seguir mi camino tras las respectivas fórmulas de cortesía—¿Está bien? Sí, estoy bien. ¿Está bien? Sí, estoy bien. Lo siento. No, tranquilo, tranquilo—, noté que la rueda delantera estaba trabada. La pastilla del freno (o como se les llame en el caso de las bicicletas) se le había incrustado. Me tocó asegurarla, dejarla tirada en el pasto y seguir caminando. Después de clase la arrastré a la tienda de bicicletas más cercana, donde una pareja de ancianos displicentes se negaron a estimar el costo del arreglo, alegando que era carísimo y que requería dinero (“Dinero. ¿Entiende?”). En un suspiro resignado pedí que me dejaran llevarme la bicicleta, convencida de que tendría que arrastrarla miserablemente ante su mirada de “jaja-eso-te-pasa-por-invadir-nuestro-país-maldita-gaijin-del-demonio”. La dejaron en la calle, donde noté que de nuevo rodaba y que si la montaba no se desbarataba, así que seguí mi camino normalmente—sólo que sin frenos.
Aquí tengo dos opciones: decir que si no vuelvo a escribir pronto ya saben lo que pasó, o contarles la verdad. Hoy o mañana iré a pedir una segunda opinión en el lugar donde me la vendieron. Espero que en el peor de los casos me devuelvan parte del dinero, y si no igual saldré con una bicicleta nueva… a ver qué tanto aguanta esta vez.
Me pregunto si el chino de la foto sabe que está en los periódicos. No lo creo. ¿Estaría soñando con China cuando lo despertaron los destellos de la cámara?
[ Violet Hill — Coldplay ]
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