Butterfly Boucher era un nombre que reposaba entre mis archivos como un misterio sin resolver. ¿De dónde vendría aquella banda cuya vocalista hablaba de corazones que se derriten cuando se dejan solos? No llegué a saberlo sino hasta que se me ocurrió buscar más música del grupo—que resultó no ser ningún grupo, ni siquiera un seudónimo.
Butterfly Boucher recibió su nombre por sugerencia de una amiga de la familia y aprendió a leer con los letreros en la vía mientras recorría Australia en una camioneta con sus padres y seis hermanas, cada una con un nombre más peculiar que el anterior. De aquella singular infancia hasta 2007 ocurre un salto. Butterfly vive en Estados Unidos y su primer disco, Flutterby, está cargado de una energía que evoca largos recorridos, el pasar de la eterna cinta de asfalto. Hay algo que se parece moverse constantemente en sus canciones.
No debería tomarme por sorpresa el saber que Butterfly toca prácticamente todos los instrumentos en su disco y que las versiones finales de los temas que allí se encuentran son los mismos demos que ella llevó a la disquera. Al fin y al cabo ella se ha dedicado a grabar música por su cuenta desde los diez años. No obstante, persiste en mí una sensación de anonadamiento y verdadera admiración al pensar que alguna vez estuve convencida de que Butterfly Boucher—la dueña absoluta de la voz, del ritmo, de la energía—era toda una banda.
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