Ahora que instalaron la división entre la cocina y el cuarto del nuevo apartamento me doy cuenta de lo pequeño que es. O de pronto es la soledad la que lo encoge. Entiéndase por soledad la falta de cierta persona.
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Empezaron las clases de nuevo y vuelvo a ser el bicho raro de siempre: el doble de alta, el doble de curvilínea y el doble de vieja que las demás estudiantes. Menos mal no soy rubia y ojiazul, porque ahí sí sería el equivalente humano de la pintura reflectiva. Lo bueno es que ahora más gente me saluda en los pasillos. Hombres no, obviamente.
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Los dos profesores de alemán que tengo (una alemana maciza y un japonés con cara de sabueso aburrido) no pueden creer que yo haya empezado a estudiar el idioma al tiempo que mis compañeros. Quién les manda a meterse en la cabeza que fuera del japonés no pueden hablar nada nada nada.
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Acabo de armar una estantería para libros y un escritorio sin manual de instrucciones. Me siento poderosa. Dadme un destornillador y armaré el mundo.
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No tengo inspiración para escribir nada. Por eso este post sale de a pedacitos. Escuché a Ha Jin hablar de sus procesos creativos en un video y me di cuenta de que yo no tengo nada llamado ‘proceso creativo’. Claro, porque yo no escribo. Recuerdo cuando fui a Minnesota y me llevé el cuaderno con mi novela. Eso sí era proceso creativo. Se llama disciplina.
[ No Buses — Arctic Monkeys ]
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