Fiesta gaucha. En primer plano, una señora gata, muy posiblemente colombiana. Detrás, mi hermana, mi mamá y yo muy hippies. El de bermudas con tenis blancos no tiene nada que ver con mi familia. Atención a mi cara de Robin Gibb.
- Por la promo de 12 empanadas en la rotisería Los girasoles
- Por el acento cantado y altamente pegajoso
- Por los bizcochos gratis en la confitería El Socorro
- Por la fiesta gaucha con anillito y beso del gaucho
- Por el dulce de membrillo y la pasta frola
- Porque el dulce de leche se parece demasiado al arequipe, si es que no son lo mismo
- Por las remeras, las polleras, las promos, las limpierías, las rotiserías y los locutorios
- Por las canciones pegajosas (Don de Miranda!, la del comercial de Speedy —”tengo un parque de diversiones en mi casa”… ¿alguien sabe cómo se llama o quién la canta?)
- Por la gente increíblemente amable
- Por la forma como todos los edificios se ven lindos en conjunto
- Por los balcones
- Por las caminatas de noche
- Por la carne y el vino
- Por el tango
- Por el fino humor de la gente
- Por Puerto Madero y el Puente de la Mujer
- Por Recoleta
- Porque Uruguay está ahí no más
- Por el titular “Porteño al spiedo” respecto de la sensación térmica ambiental
- Por el Río de la Plata
- Por Tigre, el Delta y la lancha supermercado
- Por San Isidro y San Fernando
- Por Víctor el mesero, Juani el guía turístico, Gustavo el recepcionista, la mesera del restaurante del hotel, los vendedores de bisutería y el señor del ferreléctrico
- Por despedirse de beso del señor del ferreléctrico
- Por la charla con una anciana desconocida en la óptica
- Por las galletas Rex3, los alfajores, el yogur y el Mantecol
- Por los niños cantando en el Buquebús
Por todo esto y mucho más, Buenos Aires merece una segunda visita. Y una tercera. ¡Quedé perdidamente enamorada!
[ Mi equilibrio espiritual — 31 Minutos ]
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