Se abren los ojos y se trata de recordar una sola línea melódica de las escuchadas la noche anterior. Nada sale. Sonaba un instrumento, como un saxofón alocado… pero sólo queda el ritmo. El ritmo. El ritmo. El ritmo. Bum, ts, bum, ts, bum, ts. Breves instantes lo hacen más lento, pero esa variación tampoco queda. ¿Más rápido? No, nunca fue más rápido. Monotonía. Mujeres muy parecidas entre sí. Cigarrillos prendidos. Ahora todo apesta a cigarrillo. Bum, ts, bum, ts, bum, ts. Una voz familiar dice que es la única música que los americanos pueden bailar porque no saben bailar. Sí, cualquier cosa sale, es la respuesta. Las voces conversan en inglés. Bum, ts, bum, ts, bum, ts. Era un rincón que se hacía cada vez más apretado, paredes humanas que se cierran, doncella de hierro con codos por púas. Bum, ts, bum, ts, bum, ts. Había besos por todas partes, para todos, aún para el aparentemente desafortunado señor de la tonsura con pelo largo de voluntad propia. Besos para el de camiseta de rayas y cara grande y cuadrada. Besos lejanos, besos en este rincón que alguna vez fue un amplio sector contra la pared. Bum, ts, bum, ts, bum, ts. Monotonía. Hay un televisor. La gente se detiene, convetida en un coro que entona un triste y breve Aaaaaaah por el temprano accidente de automovilismo. Monotonía. El ritmo parece cambiar tan sólo para regresar a lo mismo. Bum, ts, bum, ts, bum, ts. Las pelvis se mueven pero no tanto. La música apenas rápida se puede convertir en un suave arrullo. Se siente o se ignora. Besos. Bum, ts, bum, ts, bum, ts. La eterna percusión se siente o se ignora. Se ignora. Este zapateo se ha vuelto automático. Se ha tomado suficiente gaseosa. Bum, ts, bum, ts, bum, ts. Se acabó. Estuvo bien. Se abren los ojos en el bus, con dolor de garganta y la audición disminuida. No queda ninguna melodía.
[ La fuerza del destino — Fey ]
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