Today skies are painted colors of a cowboy’s cliche,
And strange how clouds that look like mountains in the sky
Are next to mountains anyway!
Didn’t have a camera by my side this time,
Hoping I would see the world through both my eyes;
Maybe I will tell you all about it when I’m
In the mood to lose my way,
But let me say…
“Recordar es vivir”, suspiró mi papá hace un par de días mientras contemplaba una foto de mi partida. Viniendo de él, esta frase cobró un peso especial. Las fotos han estado presentes en casi todos los momentos de mi vida. Toda persona, paisaje, objeto que merezca ser recordado, tiene su respectiva foto. Una vez mi hermana y yo le tomamos una foto a un par de pilas marca “Pannasuanic”, simplemente por lo graciosa que nos parecía esa distorsión de Panasonic. Nos hemos tomado fotos porque tenemos un peinado particular o porque nos vestimos de un modo particular, le hemos tomado fotos a la dalia del jardín porque está recién florecida; he tomado fotos desde casi todos los aviones en los que he viajado, de las cuatro estaciones vistas desde una misma ventana, de restaurantes en los que he comido y de personas que me han parecido amables.
Sin embargo, hay fotos que solamente residen en mi cerebro.
You should have seen that sunrise with your own eyes!
Cada vez que voy a la finca de mis abuelos, en Puerto Boyacá, mis ojos se llevan un festín que desafortunadamente no puede ser capturado en fotos; no es lo mismo, todo un pedazo de mundo encerrado en un rectángulo… Nubes de mariposas azules con visos verdes, una ceiba inmensa con un nido de águila en la copa, un árbol inmenso con espinas por todo el tronco, un atardecer rosado con nubes encendidas de carmín frente a mí mientras la luna emergía de la negra silueta de la sierra a mis espaldas… Todo eso se queda conmigo…
También se quedará conmigo una luna anaranjada, una calabaza en el cielo que vi volviendo a Colombia después de un viaje alos 14 años. Intenté tomar una foto, me quise aferrar a esa imagen desesperadamente… pero fracasé estrepitosamente. Esa luna se quedará dondequiera que yo esté, al igual que la llamada harvest moon que me aterrorizó en las noches de otoño en Dubuque… Tan inmensa, tan roja, era como estar en otro planeta de repente. Y todas esas lunas amarillentas sobre el horizonte bogotano…
Today I finally overcame
tryin’ to fit the world inside a picture frame…
Napa Valley. Creo que es ésta la esencia de todo lo que estoy escribiendo ahora; un paseo por el Cielo después de meses de vivir un infierno nevado… No sé si me haya parecido tan bello justamente por la urgencia que tenían mis ojos de volver a ver el color verde. Lo que sé es que ese día vi tantos, pero tantos paisajes hermosos, que tuve que renunciar a filmarlo o a atraparlo en fotos para tratar de hacerlo permanecer únicamente en la memoria. Un bosque con los rayos de sol filtrándose, colinas que me recordaban a la Sabana de Bogotá… y el mar… el radiante mar… ¡Qué difícil es explicarlo! ¡Qué difícil es transcribir el color de los viñedos y el tamaño de las flores cuando se los ve por primera vez después de meses y meses de chamizos congelados!
Nada de esto lo podré explicar de manera concreta. Nunca comprenderán de qué hablo, qué he visto; y aún si existiera una foto para probar que lo que vi es lo que recuerdo, ésta no se equipararía jamás al momento en que mi estómago pareció contraerse mientras mis ojos y mi boca se abrían involuntariamente y yo agradecía estar completa en ese momento para vivirlo, para dejar las máquinas que guardan memorias en mi regazo y contemplar un mundo que, después de todo, a veces nos guiña para que no nos cansemos de caminar por él.
You’ll be with me next time I go outside:
No more 3×5’s…
SUENA: 3×5 — John Mayer
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