Vio la felicidad en un programa de televisión y lloró, pensando que jamás la alcanzaría para ella. Tomó un vaso de leche y disolvió en él su vida, recta y suave como un tenso listón de satín.
Esa noche un recuerdo emergió del fondo de un pozo, brillante como el agua que vuelve a ver la luz de la mañana. El recuerdo se transformó en sueño y la hizo revivir aquello que ella creía nunca haber vivido.
Nunca tuvo un peor despertar: la revelación le quemó el alma para siempre. La felicidad había estado frente a ella y ella la había dejado pasar, como ese taxi que no se toma pero cuya ausencia se maldice con el roce de las ampollas en los pies cansados.
SUENA: The Stranger — Billy Joel
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