He cometido un brutal asesinato.
Sí, he asesinado a mi página. La página que me acompañó durante tanto tiempo, hasta el final de mis días en Iowa, llegó a su fin en el día de hoy. Justo cuando intentaba darle nueva vida he tenido que acabar con ella… Afortunadamente sobreviven las palabras. Su alma sobrevive, aunque convertida en tres archivos de Word. Bueno, eso es mejor que nada. Si hubiera perdido tal tesoro de memorias no sé qué habría hecho, me habría golpeado contra la pantalla del computador. Cómo olvidar todas aquellas impresiones… La extraña alegría de conseguir que aquel hombre se rindiera y decidiera emprender un camino conmigo—tan sólo para abandonarlo de la manera más brutal tres meses después… El retorcijón en el estómago al tener que aceptar que alguien estaba entrando a empellones a mi vida—tal vez para nunca salir… Tantos cambios que este blog no notó y que esa página llevó a cuestas.
Ahora que está muerta, supongo que ya no tendré el remordimiento de mantenerla esperando la siguiente entrada que nunca vendría (ya no tengo FrontPage, y en el afán de convertirla a HTML se borró todo; milagrosamente tenía otra ventana abierta con la información perdida). Ahora es un libro que, de una u otra manera, llegó a su fin:
Soñaba con poder recorrer las calles de Bogotá de la mano de alguien, anhelaba compartir mis alegrías, quería poder decir “a mí me gusta esto, a él también”. Perseguí a la única persona que podría ofrecerme la realización del sueño. Lo seguí durante mucho, mucho tiempo, mientras él mismo se daba cuenta de la imposibilidad de conseguir aquello que él quería. Por fin se doblegó, convencida yo de que él sería mi única oportunidad (gracias a todo aquello que hizo que el espejo arrojara la imagen de un ser distorsionado).
Entonces, cuando creí que la vida no podía ser más perfecta, que todo seguía el camino correcto, me tuve que ir. La mujer distorsionada sabía que ese ser del que tanto habló en su página no sería jamás su enemigo, pues nadie más se interesaría en ella. No, nadie más.
El resto de la historia comienza con un niño de pelo largo con gorra blanca adornando silenciosamente una camiseta frente a mí.
“¿Y este niño qué hace aquí en el campamento? ¿Por qué no le habla a nadie? ¿Tiene problemas y lo trajeron a que se distrajera?… ¿Es japonés?”
SUENA: Childhood Dreams — Nelly Furtado
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