Un día empecé a escribir una lista de datos inútiles sobre mí. Debía llegar a escribir 100 datos para publicar y ver qué sucedía. Había cosas como mi nombre completo, el origen de Olavia Kite, mi obvia obsesión japonesa, talla y peso, color de ojos/piel/cabello, odios, amores… y después de escribir el número 41, sin su respectivo dato, me detuve en seco.
¿A quién le interesa saber que el Bolero de Ravel es capaz de arrancarme lágrimas o que construí mi primera página de Internet a los 14 años?
Dejé el post en remojo (en Draft) para una próxima ocasión. Observé las listas que fueron surgiendo en varios blogs, y fue divertido conocer peso y talla de personas que en cierto modo son sólo palabras para mí (hasta ahora), gustos y disgustos, anécdotas muy graciosas… Pero, ¿no es acaso más divertido conocer todos esos detalles poco a poco, como quien destapa un paquete que tiene varios envoltorios? Bueno, al menos para mí— dejémoslo así.
Mi trozo de lista mostraba cosas que de otro modo ninguno de ustedes sabría, cosas que no preguntarían, que no salen a flote en las conversaciones de cada día. No importa, tal vez sea mejor así. Explicarse tanto tiene su lado negativo, y mientras para ustedes yo sea palabras, blog, puntos, msn, lo mejor es dejar los datos superficiales (cruciales al mundo físico) como algo que máxime hallen en una foto mía o que descubran con el tiempo.
Al fin y al cabo, uno es más que blog, más que palabras, ¿no?
SUENA: Minori hablándome
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