La senilidad nos golpea (yo también tuve tres años)

Ha llegado la hora más esperada de la quincena… ¡Mi turno de escribir tan estimada sección! Hoy les hablaré de un tema que no le será ajeno a casi ninguno de nuestros lectores: los juegos de armar. Específicamente, el ESTRALANDIA y el ARMO TODO. Lamentablemente no hallé imágenes de estos magnos juguetes, íconos de nuestra generación y algunas de las anteriores, pero estoy segura de que recordarán aquellos bloquecitos rojos con textura de ladrillitos y sus accesorios, tales como antenas, techitos verdes de cartón, ventanas de todo tamaño y estilo, vidrios, puertas y baldosines. Supongo que muchas ilusiones arquitectónicas se forjaron aquí, especialmente si uno veía la calidad de hogares que uno podía crear con estos simples bloquecitos.

Mi hermanita y yo nos peleábamos el máximo lujo que una casa estralándica podía tener: una puerta de garaje gigantesca, como de casa norteamericana. Jugábamos con el Estralandia que otrora había pertenecido a mis tíos y mi padre, y que aún se halla en la casa de mis abuelos. El día que le pedí un Lego al niño Dios (signo del cambio de los tiempos), mi papá dijo que por qué no pedía un Estralandia si era más barato y con él se podían hacer más cosas. Hoy lamento no haberle hecho caso. ¡Qué daría yo por armar casitas con ese soberbio juego cuando todavía no venían fichitas con los colores de la bandera colombiana!

Por otra parte, mi hermanita y yo sí fuimos dueñas de un hermoso juego de Armo Todo, con todo y el destornillador que ayudaba a despegar fichas atascadas. El Armo Todo traía pares de rueditas para hacer autos de carreras, así que con este juego no era muy posible hacer nada diferente a autitos y animalitos cuadrúpedos. Sin embargo, nos divertíamos mucho con él. El problema era pisar una de las fichitas, ya que tenían esquinas por todas partes y podían hacer bastante daño a un pobre pie descalzo. Un Armo Todo estaba garantizado para durar mucho, mucho tiempo. En cambio, un Estralandia era más delicado y propenso, más que todo, a torcerse, cayendo en desuso poco a poco… Sin embargo, uno siempre se las arreglaba para que las fichas cuadraran (¿o no, Glorita?).

Espero que este pequeño relato les haya refrescado la memoria sobre épocas más simples en las que inclusive los problemas sin solución (como las fichas torcidas) se podían resolver sin demasiado sufrimiento.

La próxima semana vendrá Piet para recordar otro hermoso capítulo en la historia de nuestra generación.

SUENA: Can’t Help Falling In Love With You — Hi-Standard

SIENTO: Que extraño a Minori inmensamente…

1 Response to “La senilidad nos golpea (yo también tuve tres años)”


  • En relación al estralandia, encontré en facebook una persona que dice tener fotos de casa hechas con estralandia. Si quieres la fotos escribe a lord_yavi@hotmail.com para que las envíe. Además en facebook hay unos cuantos grupos de estralandia (el de las fichas rojas)

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