Con esta frase culmina uno de los más recientes artículos de la revista Semana, el cual vincula numerosos artistas con horribles crímenes. ¿No es ésta una generalización más en este mundo donde todo tiende a ser burdísimamente clasificado? Creo que juzgar a todos los artistas como asesinos potenciales es demasiado arriesgado. Sin embargo, considero que el arte sucede como un insoportable dolor producido por el mundo que rodea al artista. No creo que exista arte sin dolor, o más bien sin angustia, que es un miedo sin destinatario concreto.
¿Es entonces el arte un placer macabro? Nos deleitamos con el producto de mentes que se han desmigajado, que hallan en lo que escriben/dibujan/esculpen/componen una especie de aliciente para una enfermedad sin nombre que les corroe el alma. Se valen de ciertos medios para decirle al mundo “algo pasa”, y muchas veces nadie oye, o lo hace tiempo después de que el artista haya perdido la lucha contra sí mismo.
En vista de que no me ha sido posible hallar una respuesta a esta larga pregunta que he planteado, dejo el espacio abierto a cualquier posible explicación de este horrible y hermoso fenómeno del que a muchos nos es imposible huir: el arte.
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