Cada tres meses me ve una higienista dental diferente. Cada tres meses me entero de algo nuevo que estoy haciendo mal. Vaya usted a saber cómo es que aún tengo dientes. ¡Y eso que me paso la seda dental todos los días! Incluso con dengue y sin fuerzas lo hice sin falta.
Uno es ingenuo, e incluso infantil, al esperar en vano un comentario de aprobación en la silla. La higienista siempre encuentra sin esfuerzo el punto débil, el espacio interdental donde uno bajó la guardia, la falla en la técnica que lo dejará a uno mueco y con la sangre infecta si uno no se pone las pilas. Y uno convencido de que había aplicado a cabalidad las indicaciones de la última vez.
La enfermedad periodontal es insidiosa, me dijeron en un consultorio hace tiempo. Nunca he podido dejar de pensar en eso.
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