Quiero un gelato gigante, ya sea de Asakusa o de Little Italy. No puedo querer un gelato de ningún lugar de Italia porque nunca he ido a Italia.
Quiero teletransportarme. No a Italia.
Podría coger la bici, irme hasta el KEK y pedirles a los científicos que dejen de hacerse los locos y me teletransporten ya mismo al CERN.
Sí, buen intento.
Quiero crear cosas de la nada y no de los recuerdos.
Quiero crear cosas de los recuerdos.
Quiero completar ese poema inconcluso que me encontré en un recibo en el piso de mi cuarto el otro día.
Me habría gustado haberlo terminado en su momento, pero todos sabemos que del afán nunca ha salido nada bueno, y mucho menos poemas.
En la primera página de un libro, donde ahora reposa ese mismo poema pero sin tachones y con tinta anaranjada, debería estar escrito “Es posible esquivar la nata del chocolate sin sacarla del pocillo”, o “Nunca olvides que Jairo Florián y Jacqueline Henríquez componían el elenco de Chispazos”, pero no ese remedo de poema. Bueno, qué le hacemos. No es tan malo; solo quedó a medio hacer. Por lo pronto no figura en ninguna parte más que en esa olvidada película de celulosa.
Quiero escribir más.
Quiero que Gazapos me haga levantar las rodillas hasta el mentón y me vea pasar corriendo a toda y grite “go go go go!” y mire su cronómetro y frunza los labios y sacuda la cabeza en desaprobación pero me prohíba rendirme. Así debe ser escribir con ella.
Si fuera escritora, Gazapos sería mi correctora de estilo.
Quiero no pensar en japonés cuando hablo francés.
Quiero no pensar en francés cuando hablo portugués.
Quiero seguir traduciendo para la Alcaldía de Tsukuba.
Quiero yogur de nueces.
[ Boble — Hanne Hukkelberg ]
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